Las flores mágicas de la escuela



Era un hermoso día en la escuela de las chicas, donde las risas resonaban por los pasillos. Mirell, Agustina y Lucía eran las mejores amigas y pasaban todos los días juntas, compartiendo secretos y juegos. En la clase de arte, su maestra, la señora Flor, les había propuesto un desafío especial: crear algo mágico utilizando flores.

"Chicas, hoy tendremos una actividad muy divertida. Vamos a hacer un jardín mágico en el aula usando flores de colores", dijo emocionada la señora Flor, mientras repartía papeles y colores.

Las chicas comenzaron a charlar sobre qué tipo de flores sería mejor usar.

"A mí me encanta el girasol, es tan alegre", dijo Mirell, sonriendo.

"¡No, no! ¡Las rosas son más mágicas!", insistió Agustina con un brillo en los ojos.

"A mí me gustan las margaritas, son sencillas pero hermosas", interrumpió Lucía.

Después de discutir, las tres decidieron combinar todas sus flores para hacer el jardín más hermoso. Al finalizar la actividad, el aula estaba llena de colores y risas. Sin embargo, algo extraño sucedió. Cuando le presentaron su trabajo a la señora Flor, las flores comenzaron a brillar.

"¡Miren eso!", exclamó Lucía.

"¿Son flores mágicas?", preguntó Agustina, asombrada.

La señora Flor sonrió y dijo:

"Cada flor en nuestro jardín representa una parte de ustedes. La creatividad, la amistad y el amor. ¿No sería maravilloso si pudiéramos hacerlo realidad?"

Las amigas se miraron con complicidad y decidieron hacer un viaje a un lugar mágico que había escuchado Lucía, un bosque cercano donde se contaba que se encontraban flores de verdad. Así que, al siguiente día, se armaron de valor y partieron con una mochila llena de provisiones.

El camino al bosque fue lleno de aventuras, encontraron un arroyo que brillaba como el sol, y en el medio de este, un pato curioso las miró.

"¿Por qué van al bosque?", preguntó el pato.

"Vamos a encontrar flores mágicas para nuestro jardín", respondió Mirell, todavía emocionada.

"Ah, hay muchas cosas mágicas en el bosque, pero tienen que cuidarse. A veces se encuentran desafíos en el camino", advirtió el pato.

Las chicas entonces se dieron cuenta de que debían permanecer unidas para superar los retos. Así que siguieron su camino. De repente, se encontraron con un gran árbol caído que bloqueaba el sendero.

"No vamos a poder pasar", dijo Agustina desanimada.

"No, no hay que rendirse. Juntas podemos mover el tronco", animó Lucía.

"¡Sí! ¡Vamos!", gritó Mirell, con toda su fuerza.

Con mucho esfuerzo y trabajo en equipo, empujaron el tronco y finalmente pasaron. Continuaron su viaje hasta llegar a un hermoso claro. Allí, una gran variedad de flores de todos los colores las recibió.

"¡Lo logramos!", gritaron al unísono.

Recogieron flores de cada tipo: girasoles, rosas y margaritas, llenando su mochila. Pero antes de irse, una mariposa grande se posó en el pie de Lucía.

"¿Me puedo quedar con ustedes un rato?", preguntó la mariposa, con voz suave.

"¿Te gustaría acompañarnos mientras volvemos a la escuela?", respondió con alegría Mirell.

Las chicas y la mariposa regresaron a la escuela, donde al llegar, llenaron los floreros del aula con las flores mágicas. La señora Flor estaba fascinada y les dijo:

"Esto es maravillosos, no solo han traído flores, también el espíritu de la aventura mira el hermoso jardín que crearon".

Con el tiempo, las flores que habían traído crecieron en el aula y no solo decoraban, sino que iluminaban el espacio. Las tres amigas aprendieron que la verdadera magia estaba en su amistad y el trabajo en equipo.

Y así, el jardín siempre fue un recordatorio de que cada desafío puede ser superado cuando se comparte el viaje con amigos.

"¡Siempre juntas!", dijeron las tres mientras se abrazaban, sonriendo bajo el brillo de las flores mágicas.

FIN.

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