Las Flores y el Arcoíris Perdido



En un jardín donde las flores nunca habían visto color, reinaba una monotonía que solía abrumar a quienes allí se encontraban. Las flores eran todas de un gris opaco y un día, Rosa, la más curiosa de todas, decidió que esto debía cambiar.

"¿Por qué no tenemos colores, Berenjena?" - preguntó curiosamente a su amiga.

"No lo sé, Rosa. Siempre hemos sido así. La abuela siempre dice que así nacieron las flores" - respondió Berenjena, un poco desconcertada.

Rosa miró al cielo y decidió que era hora de averiguarlo. Juntas, se acercaron a la sabiduría de la Vieja Marigold, una flor sabia que había vivido en el jardín desde siempre.

"Vieja Marigold, ¿por qué nuestras pétalos son grises y no podemos sentir la alegría de los colores?" - preguntó Rosa con esperanza.

"Amigas, los colores son más que simples matices; representan emociones, sentimientos. Sin ellos, no pueden expresar lo que sienten" - dijo Marigold con voz suave pero firme.

Rosa y Berenjena se miraron intrigadas.

"¿Cómo podemos sentir esos colores?" - inquirió Berenjena.

"Deben embarcarse en una aventura. Busquen la Fuente de los Colores, allí comprenderán la importancia de cada uno de ellos" - respondió la Vieja Marigold.

Así fue como Rosa y Berenjena se aventuraron más allá del jardín. Después de varios días de viaje, se encontraron con un camino lleno de piedras brillantes que las guiaba hacia un bosque misterioso. Cada piedra se iluminaba a medida que ellas se acercaban.

"Mirá, Rosa, estas piedras brillantes. ¿Crees que nos están guiando?" - dijo Berenjena emocionada.

"Seguro, sigamos el camino" - respondió Rosa.

El camino las llevó a un claro donde encontraron a un grupo de flores de colores vibrantes que danzaban al ritmo de una melodía suave. Al verlas, Rosa y Berenjena se quedaron embelesadas.

"¡Son hermosas! ¿Por qué brillan así?" - preguntó Rosa.

"¡Nosotros sentimos! Cada uno de nosotros representa una emoción. Yo soy el amarillo de la felicidad, él es el rojo del amor, y ella es el azul de la tristeza!" - respondió una flor de pétalos amarillos que danzaba con alegría.

"Pero, ¿cómo pueden usted ser tan vibrantes si no tienen miedo de sentir?" - preguntó Berenjena.

"Sentir es lo que nos hace verdaderos. Los colores no se tratan solo de verse bien, sino de vivir y expresar. Si solo existimos en gris, nunca podremos sentir la plenitud de la vida" - explicó la flor amarilla.

Las amigas comenzaron a comprender que cada emoción tiene su propio color y que las experiencias, buenas o malas, son esenciales para el crecimiento. Decidieron volver al jardín y compartir sus nuevos conocimientos.

Cuando regresaron, la Vieja Marigold se alegró al verlas de vuelta.

"¿Encontraron lo que buscaban?" - preguntó.

"Sí, Marigold. Aprendimos que los colores representan nuestras emociones, y que estar abierto a sentir es lo más hermoso" - respondió Rosa.

"Entonces, ¡a sentir se ha dicho!" - dijo la Vieja Marigold sonriendo.

Con cada emoción que compartían, los colores comenzaron a aparecer entre los pétalos del jardín. El gris fue reemplazado por los vibrantes tonos del rojo, amarillo, azul y más. El jardín cobró vida, y cada flor ahora podía expresar su esencia y emociones.

"¡Mirá cómo brillamos!" - exclamó Berenjena con alegría.

"Sí, ahora podemos celebrar nuestras experiencias, y hacer al jardín un lugar hermoso" - rió Rosa.

Así, el jardín se convirtió en un lugar repleto de colores y risas, un símbolo de la valentía de sentirse y expresarse. Las flores aprendieron que ser auténticas era su mayor fortaleza y que los colores de la vida las unían a todas. Y así, del gris opaco a un jardín vibrante, Rosa y Berenjena descubrieron no solo la importancia de los colores, sino también el valor de las emociones que los rodean.

FIN.

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