Las flores y el jardín mágico



Era una mañana brillante de primavera en un pequeño pueblo llamado Rayito de Sol. Los niños del jardín de infantes estaban emocionados porque su maestra, la señorita Lila, les había prometido una aventura muy especial en el jardín de la escuela.

- ¡Hola, chicos! -saludó la señorita Lila con una gran sonrisa-. Hoy vamos a aprender sobre las flores y lo importante que es cuidarlas, ¿están listos?

- ¡Sí, señora! -gritaron todos al unísono, saltando de alegría.

La señorita Lila los llevó al hermoso jardín lleno de coloridas flores. Había margaritas, girasoles, y muchas otras flores que parecían bailar con el viento. Mientras los niños admiraban la belleza del jardín, una pequeña mariposa de colores brillantes se posó en la nariz de un niño llamado Tomás.

- ¡Miren, chicos! -dijo Tomás riendo-. ¡Una mariposa!

- ¡Qué hermosa! -exclamó Ana, una de sus compañeras. -¿Sabían que las mariposas son amigas de las flores? Les ayudan a crecer.

- Así es, Ana -respondió la señorita Lila-. Las flores son importantes no solo porque embellecen nuestro mundo, sino también porque son el hogar de muchos insectos y animales.

Los niños aprendieron que las flores necesitan agua, sol y, sobre todo, cariño. La señorita Lila les enseñó cómo regar las plantas y sacar las malas hierbas que les hacían daño.

- ¡Vamos a hacer un trato! -propuso Leo, otro de los niños-. Cada uno de nosotros se encargará de cuidar una flor.

- ¡Buena idea, Leo! -dijo la maestra-. ¿Quién quiere cuidar la margarita?

- ¡Yo! -gritó Valentina levantando la mano entusiasmada.

- Muy bien, Valentina. ¡Tú serás la responsable de la margarita! -la señorita Lila continuó eligiendo a cada niño para que cuidaran otras flores.

Todos estaban felices y emocionados, pero a medida que pasaron los días, algunos niños comenzaron a olvidarse de sus responsabilidades. Un día, Valentina llegó al jardín y vio que su margarita estaba marchita.

- ¡Ay, no! -exclamó Valentina, asustada-. ¡He olvidado regarla!

De pronto, la margarita comenzó a hablar.

- ¡Hola, Valentina! No te preocupes. A veces, las flores necesitamos un poco más de atención.

- ¡Tú hablas! -dijo Valentina sorprendida.

- Sí, soy la margarita mágica. Si me cuidas bien, te puedo enseñar algo especial. Pero si no, puedo marchitarme.

Valentina se sintió triste y preocupada por su planta. Decidió que debía hacer un cambio. Ese mismo día corrió a buscar a los demás niños y les contó lo que había sucedido.

- ¡Chicos! -gritó Valentina-. ¡La margarita puede hablar y necesita ayudar! Tenemos que cuidar todas nuestras flores.

Los niños se juntaron, y juntos hicieron un plan para cuidar el jardín.

- ¡Vamos a regar las flores todos los días! -propuso Tomás.- Cada uno puede regar la flor que le toca, y también podemos turnarnos para quitar las malas hierbas.

- ¡Sí, eso haremos! -respondieron todos.

Y así, los niños empezaron a cuidar de sus flores con mucho cariño. Valentina, cada día, regaba su margarita y le contaba historias sobre sus aventuras. Poco a poco, la margarita volvió a florecer.

Un día, mientras estaban en el jardín, Valentina notó que la margarita brillaba más que nunca.

- ¡Mirad, chicos! -exclamó-. ¡Mi margarita está feliz!

- ¡Y nuestras flores también! -dijo Ana, viendo cómo todas las flores estaban sanas y hermosas.

La señorita Lila sonrió orgullo al ver a sus alumnos trabajando juntos y cuidando de sus flores.

- ¡Han hecho un gran trabajo! -dijo-. Gracias a su dedicación, nuestro jardín se ha vuelto un lugar mágico.

De repente, la margarita mágica se llenó de luz y les habló a todos:

- ¡Gracias, pequeños! Por cuidar de mí y de todas las flores. Como recompensa, el próximo sábado, les daré una fiesta de primavera en el jardín. Habrá música, juegos y muchas sorpresas.

Todos dieron saltos de alegría y gritaron:

- ¡Sí, queremos!

Esa primavera, los niños no solo aprendieron la importancia de cuidar a las flores, sino que también hicieron nuevos amigos en su jardín. Juntos, celebraron el evento más maravilloso de sus vidas, disfrutando de la belleza que habían cultivado con su amor y dedicación. Y así, cada primavera, los niños del jardín de infantes se aseguraron de mantener vivo el mágico jardín, cuidando de cada flor y aprendiendo a valorar la naturaleza. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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