Las fresas mágicas de Jimena
Había una vez, en el hermoso pueblo de Aranda de Duero, vivía una niña llamada Jimena. Tenía 7 años y era muy aventurera. A Jimena le encantaba la naturaleza y siempre estaba dispuesta a explorar nuevos lugares.
Un día, mientras caminaba por el bosque cercano a su casa, Jimena encontró un camino que nunca antes había visto. Decidió seguirlo para descubrir qué se escondía al final.
Mientras avanzaba, vio unas deliciosas fresas rojas brillantes entre los árboles. Jimena no pudo resistirse y comenzó a comer las fresas directamente del arbusto. Eran tan jugosas y dulces que sabían como si hubieran sido hechas especialmente para ella.
Pero lo que Jimena no sabía era que estaba siendo observada por alguien muy astuto. De repente, salió de entre los arbustos una gata pequeña llamada Sara. "¡Hola! Soy Sara", dijo la gatita con entusiasmo. "¿Y tú quién eres?".
"Soy Jimena", respondió la niña con una sonrisa en su rostro lleno de miguitas de tarta de fresa. "¡Me encantan las fresas!"Sara miró curiosamente a Jimena y le dijo: "Sabes, tengo un secreto especial sobre estas fresas".
Jimena se acercó emocionada y preguntó: "¿Cuál es el secreto? ¿Son mágicas?"Sara asintió con la cabeza y explicó: "Estas fresas tienen el poder de llevarnos a lugares increíbles cuando las comemos juntas". Sin pensarlo dos veces, Jimena y Sara comenzaron a comer las fresas restantes.
De repente, se sintieron ligeros como plumas y un torbellino de colores los envolvió. Cuando todo se calmó, Jimena y Sara se encontraban en medio de un hermoso prado lleno de flores. "¡Increíble!", exclamó Jimena mientras saltaba de alegría.
"¡Estamos volando!"Efectivamente, estaban flotando en el aire como si fueran aviones. Las fresas mágicas habían cumplido el deseo más profundo de Jimena: viajar en avión.
Durante su aventura aérea, Jimena y Sara visitaron muchos lugares fascinantes alrededor del mundo. Volaron sobre las pirámides de Egipto, nadaron con delfines en Australia e incluso exploraron la selva amazónica. Pero lo más importante es que aprendieron muchas cosas valiosas durante sus viajes.
Aprendieron sobre diferentes culturas, respeto por la naturaleza y cómo cuidar del medio ambiente. Después de cada emocionante aventura, Jimena regresaba a casa con una nueva historia para contarle a su familia y amigos. Todos quedaban maravillados por sus increíbles experiencias.
Un día, mientras disfrutaban de un picnic en el bosque cercano a Aranda de Duero junto a su familia, Jimena decidió compartir su secreto con todos ellos. Les contó sobre las fresas mágicas que le permitían viajar por el mundo.
Aunque algunos no creyeron completamente la historia de Jimena al principio, ella les animó a probar las fresas mágicas por sí mismos.
Al comerlas juntos, todos fueron transportados a lugares maravillosos y se dieron cuenta de que la historia de Jimena era cierta. Desde ese día, todos en Aranda de Duero comenzaron a plantar fresas y compartirlas con otros para que pudieran disfrutar también de las aventuras mágicas.
El pueblo se convirtió en un lugar lleno de risas, diversión y nuevos descubrimientos. Y así, gracias a su valentía y amor por la aventura, Jimena logró llevar alegría y magia a su querido pueblo.
Siempre recordaremos la historia de Caperucita Roja y cómo sus viajes nos enseñaron el valor de explorar el mundo que nos rodea. .
FIN.