Las frutas mágicas de Frutolandia



Había una vez un pequeño pueblo llamado Frutolandia, donde todos los habitantes disfrutaban de las deliciosas frutas que crecían en sus tierras. En este lugar vivía José, un comerciante de frutas que tenía su propio puesto en el mercado.

José era conocido por vender las mejores frutas de la región, pero había algo oscuro detrás de su sonrisa amable y su aparente honestidad. Resulta que José solía engañar a sus clientes vendiéndoles frutas podridas y pasadas de tiempo.

Un día, los niños del pueblo notaron algo extraño al comprar las frutas en el puesto de José. Las manzanas estaban blandas, las naranjas tenían moho y las peras estaban arrugadas.

Los pequeños decidieron investigar más a fondo para descubrir qué estaba pasando. Los niños se reunieron secretamente en el parque y comenzaron a planear cómo podrían atrapar a José.

Decidieron hacerse pasar por compradores interesados y observar atentamente cada movimiento del comerciante mientras interactuaba con otros clientes. El plan se puso en marcha al día siguiente. María, la niña más valiente del grupo, se acercó al puesto de José fingiendo interés en unas jugosas uvas.

Mientras él le explicaba lo maravillosas que eran sus uvas frescas, los demás niños permanecían escondidos entre los arbustos observando todo. María decidió preguntarle directamente a José si podía probar una uva antes de comprarlas todas. Él accedió sin sospechar nada malo.

María tomó una uva y, en lugar de comérsela, la examinó cuidadosamente. Para su sorpresa, la uva estaba arrugada y tenía un aspecto muy poco apetitoso. En ese momento, los demás niños salieron de su escondite y rodearon a José.

Todos estaban furiosos por haber sido engañados durante tanto tiempo. María se adelantó y le dijo con voz firme: "-¡José, te hemos descubierto! Ya sabemos que nos has estado vendiendo frutas podridas".

José intentó defenderse diciendo que era solo un error ocasional y que no lo volvería a hacer. Pero los niños no le creyeron. Sabían que José había estado engañándolos a todos durante mucho tiempo.

Entonces, decidieron darle una lección para asegurarse de que nunca más engañaría a nadie en el pueblo. Organizaron una reunión en la plaza central y invitaron a todos los habitantes de Frutolandia. Cuando llegó el momento de la reunión, los niños subieron al escenario con cajas llenas de frutas frescas y deliciosas.

Explicaron cómo habían descubierto el fraude de José y cómo habían decidido enseñarle una lección. "-Queridos amigos -dijo María-, hoy les mostraremos cómo podemos confiar en nuestros comerciantes locales si trabajamos juntos para detener las malas acciones".

Los niños comenzaron a repartir las frutas frescas entre todos los presentes mientras explicaban lo importante que era comprar alimentos honestos y saludables. La gente del pueblo aplaudió emocionada por la valentía y determinación de los niños.

A partir de ese día, prometieron apoyar a los comerciantes locales de confianza y no permitir que nadie más les engañara. José, por su parte, aprendió una valiosa lección.

Se dio cuenta de que el engaño nunca lleva a nada bueno y decidió cambiar su forma de actuar. Aprendió a ser honesto y justo en sus negocios, ganándose nuevamente la confianza de todos los habitantes de Frutolandia.

Y así, gracias a la determinación y valentía de los niños, el pueblo recuperó su alegría y disfrutó de las deliciosas frutas frescas sin temor a ser engañados nuevamente.

FIN.

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