Las Galletas Geométricas de Mamá Repostera



Érase una vez en un pequeño pueblo, donde vivía una mamá repostera muy especial. Su nombre era Clara y tenía el don de hacer las galletas más deliciosas. Pero lo que realmente la hacía excepcional eran sus galletas en forma de figuras geométricas. Desde triángulos crujientes hasta círculos suaves, las galletas de Clara no solo eran sabrosas, sino también educativas.

Un día, Clara decidió organizar un concurso en su taller para que los niños del pueblo aprendieran sobre formas geométricas mientras se divertían. Anunció el concurso en la plaza central:

"¡Niños, vengan a participar en el Concurso de Galletas Geométricas este sábado! Haremos galletas en todas las formas que se les ocurran y el que haga la galleta más creativa ganará un fabuloso premio".

Los niños, entusiasmados, comenzaron a pensar en sus creaciones. Entre ellos estaban Lucrecia, una pequeña amante de los triángulos, Tomás, que adoraba los cuadrados, y Sofía, quien siempre estaba buscando la oportunidad de hacer algo diferente.

El sábado llegó, y el taller de Clara estaba lleno de risas y color. La mamá repostera había preparado una mesa repleta de ingredientes: harina, chocolate, frutas y, por supuesto, moldes en todas las formas geométricas.

"Recuerden, chicos, además de hacer las galletas, el objetivo es aprender sobre las figuras. ¡Diviértanse!" dijo Clara con una sonrisa.

Mientras los niños comenzaban a mezclar, Sofía tuvo una gran idea.

"¿Y si intentamos hacer una galleta en forma de estrella? ¡Así podemos agregar historia a nuestros diseños!"

Se volvió hacia Lucrecia y Tomás, que estaban concentrados en sus triángulos y cuadrados.

"¡Genial! Pero arrojecemos un poco de polvo de alegría y amabilidad en nuestras galletas para que sean aún más especiales".

Los tres amigos empezaron a hacer sus galletas. Cuando Clara vio la mezcla de entusiasmo y creatividad, decidió añadir un giro al concurso.

"Chicos, por cada figura que hagan, deberán contarme algo que hayan aprendido sobre esa forma" explicó Clara.

Lucrecia, con su triángulo, comentó:

"El triángulo es fuerte porque tiene tres lados. ¡En la arquitectura lo usan mucho!"

Tomás, con su cuadrado, añadió:

"Yo aprendí que los cuadrados son siempre los mismos en todos los lados. ¡Son perfectos para construir casas!"

Sofía, que estaba haciendo su estrella, dijo emocionada:

"¡Las estrellas tienen cinco puntas! También representan los sueños y la amistad".

Clara notó que los niños aprendían mientras se divertían y decidió hacer otro giro al concurso.

"El que comparta una historia relacionada a la figura que hizo, no solo ganará un premio, sino también una galleta especial".

Los niños comenzaron a compartir historias sobre sus figuras. Lucrecia habló de cómo los triángulos construyen los puentes que conectan a las personas. Tomás contó cómo en su escuela aprendieron sobre los cuadrados y el arte. Y Sofía, con su estrella, se atrevió a soñar con aventuras en el espacio.

Cuando fue el momento de elegir la galleta más creativa, Clara decidió que todos habían ganado, porque la verdadera enseñanza estaba en el proceso de compartir y aprender.

"¡Ustedes son todos ganadores!" exclamó Clara. "Porque lo que importa es que han trabajado juntos y aprendido lo que cada figura puede ofrecer. ¡Ahora, a disfrutar de sus galletas!".

Y así, todos los niños del pueblo se fueron a casa con deliciosas galletas en forma de figuras geométricas y con un montón de enseñanzas bajo el brazo. Desde ese día, cada vez que hacían galletas en sus casas, recordaban no solo las formas, sino también la importancia de compartir, aprender y crear juntos.

Y así, los niños del pueblo nunca olvidaron el concurso de las Galletas Geométricas de Mamá Repostera, donde la diversión y el aprendizaje se entrelazaron para siempre.

FIN.

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