Las Galletas Mágicas de Leo
Era una vez un niño llamado Leo que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques llenos de animales de todo tipo. A Leo le encantaban los animales y las galletas más que nada en el mundo. Cada día, después de jugar en el jardín con su perrito Rocco, esperaba ansioso a que su mamá le hiciera sus galletas favoritas: de chocolate y nuez.
Un día, mientras exploraba el jardín, Leo se encontró con un pequeño pajarito de colores brillantes que había caído de su nido.
"¡Pío, pío! Necesito ayuda!" - chirriaba el pajarito.
"No te preocupes, pequeño. Voy a ayudarte a volver a tu casa!" - dijo Leo con determinación.
Leo miró a su alrededor y vio que el nido estaba en una rama alta de un árbol.
"¿Cómo puedo subir tan alto?" - se preguntó, mientras acariciaba a su amigo Rocco.
Inspirado por su amor por los animales, Leo decidió hacer un plan. Fue corriendo a la cocina de su casa y le pidió ayuda a su mamá.
"Mamá, ¿me puedes dar algunas galletas para llevarle a los animales?" - preguntó Leo.
"¿Galletas para los animales? ¿Para qué?" - respondió su mamá, curiosa.
"Porque si les doy galletas, ellos me ayudarán a rescatar el pajarito!" - explicó Leo.
Su mamá sonrió y le dio una bolsa llena de galletas. Leo corrió de vuelta al árbol, donde el pajarito seguía esperando.
"Mira lo que tengo!" - dijo Leo, agitando la bolsa de galletas.
Los animales del bosque, atraídos por el aroma delicioso de las galletas, comenzaron a aparecer. Primero llegó una ardilla saltando, luego un grupo de conejitos y hasta un ciervo curioso.
"¡Bienvenidos, amigos! Necesitamos ayudar a nuestro pequeño amigo!" - los animó Leo.
Con sus galletas, Leo hizo una fila en el suelo. Cada animal tomó una galleta y, con mucha alegría, ellos comenzaron a hacer una cadena para formar una plataforma en el árbol.
"¡Vamos, juntos podemos!" - gritó Leo con entusiasmo.
El pajarito, viendo cómo todos se unían, empezó a animarse.
"¡Con su ayuda, voy a volver a mi nido!" - pío
Con una gran colaboración, los animales lograron levantar al pequeño pajarito hasta su nido. Una vez allí, el pajarito dio un giro feliz y dijo:
"¡Gracias, Leo! ¿Cómo puedo agradecerte?"
Leo, contento, respondió:
"¡Simplemente vuela alto y canta!"
El pajarito, emocionado, comenzó a cantar una hermosa melodía. Los animales aplaudieron mientras Leo bailaba de alegría.
Y así, con una sonrisa en el rostro y el corazón lleno de satisfacción, Leo comprendió la importancia de ayudar a los demás y de trabajar juntos. Desde ese día, el jardín de Leo se convirtió en un lugar de reuniones donde todos los animales venían a disfrutar de las galletas mágicas y de la amistad.
El pajarito nunca olvidó la bondad de Leo y, siempre que podía, venía a visitarlo para cantar canciones alegres. Leo aprendió que el amor por los animales y compartir en comunidad podría traer momentos mágicos a su vida.
FIN.