Las galletas mágicas del señor Panadero
Había una vez un pequeño pueblo llamado Dulce Encanto, donde todos los habitantes vivían felices y contentos. En este lugar, había una panadería muy especial, dirigida por el amable señor Panadero.
El señor Panadero era conocido por hacer las galletas más deliciosas y sabrosas de todo el pueblo. Sus galletas eran tan especiales porque estaban hechas con ingredientes secretos que él mismo cultivaba en su jardín trasero.
Uno de esos ingredientes mágicos era la "pasión", una planta rara y valiosa que solo crecía en aquel lugar. Un día, mientras el señor Panadero preparaba su famosa masa de galletas, se dio cuenta de que no tenía suficiente pasión para añadir a la mezcla.
Fue entonces cuando recordó que tenía un frasco de semillas guardado en un cajón secreto. Con mucho cuidado, plantó las semillas en su jardín y esperó pacientemente a que brotaran las plantitas de pasión.
Pasaron varios días hasta que finalmente aparecieron pequeñas hojas verdes saliendo del suelo. El señor Panadero regaba y cuidaba sus plantitas cada día con amor y dedicación.
Y pronto, esas pequeñas hojas se convirtieron en grandes ramas llenas de flores rojas brillantes: ¡la pasión había crecido! Emocionado por tener suficiente pasión para hacer sus galletas especiales, el señor Panadero comenzó a cosechar las flores con alegría. Pero justo cuando estaba a punto de reagarrarlas todas, notó algo extraño: algunas flores tenían colores diferentes.
Algunas eran azules, otras amarillas y otras de colores mezclados. Intrigado por este fenómeno, el señor Panadero decidió probar las galletas hechas con cada tipo de flor.
Para su sorpresa, descubrió que cada color de flor le daba a las galletas un sabor único y especial. Las galletas hechas con flores rojas tenían un sabor dulce y suave, perfecto para acompañar una taza de té.
Las galletas hechas con flores azules tenían un toque cítrico refrescante, mientras que las hechas con flores amarillas eran más crujientes y sabrosas. El señor Panadero estaba maravillado por la magia que emanaba de sus galletas. Decidió compartir su descubrimiento con todos los habitantes del pueblo.
Abrió una tienda especial donde vendía sus "Galletas de Pasión", cada una con diferentes sabores y colores. Los niños del pueblo se volvieron locos por las Galletas de Pasión del señor Panadero.
Cada día después de la escuela, corrían hacia la panadería para elegir sus favoritas: unas rosadas para María, unas verdes para Juanito y unas moradas para Sofía. Poco a poco, el señor Panadero se convirtió en un héroe local gracias a sus increíbles galletas.
Pero lo más importante es que enseñó a los niños una valiosa lección sobre la importancia de aceptar nuestras diferencias y celebrar nuestra individualidad.
En Dulce Encanto aprendieron que no importa si somos rojos como la pasión o azules como el cielo; lo que realmente importa es el amor y la pasión que ponemos en todo lo que hacemos.
Y así, gracias a las Galletas de Pasión del señor Panadero, todos los habitantes de Dulce Encanto vivieron felices y contentos sabiendo que cada uno de ellos era especial y único a su manera.
FIN.