Las Galletas Saltarinas de Doña Rosa
Era un soleado sábado por la mañana en la casa de Doña Rosa, una abuela cariñosa y divertida. Como todos los fines de semana, sus nietos, Pato y Lili, estaban ansiosos por visitarla. Esta vez, Doña Rosa había decidido hacer algo especial: unas galletas con mantequilla saladitas que siempre encantaban a los chicos.
"¡Abuela! ¿Qué estás cocinando?" - preguntó Pato al entrar, con sus ojos brillantes y llenos de curiosidad.
"¡Hola, mis amores! Estoy preparando galletas saladitas, pero son muy especiales. Tienen un toque mágico que las hace saltar mientras se hornean", respondió Doña Rosa, sonriendo.
"¿Mágico?" - preguntó Lili, intrigada.
"Sí, sí. Mi abuela solía decirme que si les pones mucha alegría y un poco de música, saltan como si estuvieran bailando".
Los chicos rieron y se acercaron a su abuela, dispuestos a ayudar en la cocina.
"Yo quiero amasar la masa" - dijo Pato con decisión.
"Y yo quiero añadir los ingredientes" - agregó Lili con emoción.
Doña Rosa les dio un bol grande donde ya había colocado la mantequilla, la harina y un poco de sal.
"Ahora, vamos a mezclar con mucho amor. Recuerden, hay que ponerle un poco de música a todo esto", mencionó Doña Rosa mientras ponía una alegre melodía en la radio.
Los tres comenzaron a mezclar los ingredientes. Pato usó sus manos para amasar, mientras Lili cantaba y movía los brazos como si estuviera bailando. Cuando la masa estuvo lista, Doña Rosa dijo:
"¡Perfecto! Ahora hay que hacer pequeñas bolitas y hornearlas. Vamos a darle forma a nuestras galletas saltarinas".
Cada uno creó sus bolitas divertidas de masa. Lili hizo algunas en forma de estrellas y Pato optó por corazones. Pero mientras estaban por ponerlas en la bandeja, un rayo de luz pasó por la ventana y, de repente, las galletas comenzaron a temblar.
"¡Mirá, están saltando!" - gritó Pato asombrado.
"¡Es el efecto mágico de la alegría!" - dijo Doña Rosa entre risas.
Las galletas siguieron saltando, y Lili tuvo una idea brillante:
"¿Y si hacemos un concurso de salto?" - sugirió.
Así, Doña Rosa, Pato y Lili se pusieron a contar los saltos de cada galleta mientras competían por ver cuál lograba saltar más alto. La cocina se llenó de risa y alegría. Cuando finalmente parecieron cansadas, Doña Rosa metió las galletas al horno.
"Ahora solo falta esperar... y recordar que la alegría es el mejor ingrediente" - dijo Doña Rosa, mientras se sentaban a la mesa a esperar.
"¿Cuánto falta?" - preguntó Pato, mirando ansiosamente el reloj.
"Unos 15 minutos. ¡Pero mientras tanto podemos jugar!
El tiempo transcurrió volando entre juegos y risas, hasta que de repente el reloj sonó y suena un aroma delicioso por toda la casa.
"¡Ya están listas!" - anunció Doña Rosa mientras abría el horno. Las galletas salieron doradas y fragantes. Pero algo sorprendente ocurrió: ¡las galletas empezaron a rebotar del plato!"¡Mirá! %" - exclamó Lili riendo.
"Las galletas tienen vida propia" - dijo Pato.
Doña Rosa, un poco aturdida pero divertida, les dijo:
"Son tan felices como nosotros. Vamos a compartirlas mientras bailamos".
Y así, la abuela y sus nietos comenzaron a bailar por la cocina, comiendo galletas saltarinas y riendo a carcajadas.
Esa mañana, aprendieron que la alegría, el amor y un poco de magia son los mejores ingredientes para hacer recuerdos inolvidables.
Desde entonces, cada vez que hacían galletas, sabían que la clave estaba en el amor que ponían, y que si acompañaban sus recetas con música y risas, todo podía pasar.
"¡Vamos a hacer más galletas la próxima semana!" - dijo Lili.
"¡Sí! Y ¡que salten aún más alto!" - concluyó Pato.
"Como siempre, con mucho amor" - agregó Doña Rosa, sonriendo mientras las galletas, todavía rebotando, se unían al baile de la familia.
Y así, en la cocina de Doña Rosa, la alegría nunca faltó ni un sábado más.
FIN.