Las gotitas aventureras
En un pequeño charco de agua, vivía una gotita llamada Gota. Era una gotita muy curiosa y siempre estaba buscando nuevas aventuras.
Un día, mientras exploraba su hogar, se encontró con otra gotita que también estaba jugando en el charco. - ¡Hola! ¿Cómo te llamas? - preguntó emocionada Gota. - Hola, soy Rocío. ¿Y tú? - respondió la otra gotita. - Yo soy Gota. ¡Qué alegría encontrarte! Nunca había conocido a otra gotita como yo.
Desde ese momento, Gota y Rocío se convirtieron en las mejores amigas del charco. Juntas pasaban los días saltando y chapoteando entre risas y juegos.
Pero un día, algo inesperado sucedió: el sol comenzó a brillar más fuerte de lo usual y el agua del charco comenzó a evaporarse rápidamente. - ¡Oh no! El agua se está acabando - exclamó preocupada Rocío. Gota miró alrededor y vio cómo otras plantas cercanas estaban marchitas por la falta de agua.
- Tenemos que hacer algo para salvar nuestro hogar - dijo determinada Gota-. Si nos quedamos aquí, nos secaremos como las demás plantas. Las dos amigas pensaron durante un rato hasta que tuvieron una idea brillante.
Decidieron subir al cielo para encontrar nubes llenas de agua que pudieran traer de vuelta al charco. Con todas sus fuerzas, Gota y Rocío saltaron tan alto como pudieron hasta llegar a las nubes.
Allí encontraron a Nubecito, una nube amable que estaba dispuesta a ayudar. - ¡Hola, Nubecito! ¿Nos podrías ayudar a salvar nuestro hogar? - preguntó Gota con esperanza. - Claro que sí, amigas. Estoy feliz de poder ayudar - respondió Nubecito con una sonrisa en su cara esponjosa.
Nubecito dejó caer gotas de agua sobre el charco mientras Gota y Rocío saltaban emocionadas alrededor del charco para asegurarse de que el agua volviera a llenarlo.
Poco a poco, el charco se fue llenando nuevamente hasta llegar a su nivel normal. - ¡Lo logramos! - gritaron las dos amigas abrazándose emocionadas. Desde ese día, Gota y Rocío aprendieron la importancia de cuidar el agua y valoraron aún más su amistad.
Juntas prometieron proteger siempre su hogar y compartir esa lección con todos los demás seres vivos que encontraran en su camino.
A partir de entonces, cada vez que llovía o veían un charquito en el camino, Gota y Rocío recordaban la aventura que vivieron juntas y cómo trabajaron en equipo para salvar su hogar. Y así, siguieron explorando nuevos lugares juntas, siempre dispuestas a ayudarse mutuamente y proteger el maravilloso recurso del agua.
FIN.