Las Guacas y la Aventura de los Amigos
Era una noche de luna llena en el tranquilo pueblito de Las Estrellas, y un grupo de amigos, compuesto por Lucas, Sofía y Mateo, decidió seguir la tradición que su abuelito les había contado: la búsqueda de guacas. La idea de encontrar tesoros ocultos les emocionaba, así que prepararon sus mochilas.
"¿Llevaron las brindas de bronce?" - preguntó Lucas, sosteniendo una linterna.
"¡Por supuesto! No podríamos ir sin ellas!" - respondió Sofía, mostrando el brillante objeto que habían encontrado en el viejo desván de su abuelito.
Mateo, que siempre había sido un soñador, miraba la luna con fascinación.
"¿Y si encontramos algo increíble?" - preguntó entusiasmado.
"Como oro o joyas mágicas, quizás" - agregó Sofía con una risita.
Los tres amigos comenzaron a caminar hacia la colina cerca del bosque, que era el lugar donde solían reunirse los antiguos buscadores. Mientras atravesaban los árboles susurrantes, la luna iluminaba su camino, guiándolos como un faro en la oscuridad.
Al llegar a la cima, los amigos comenzaron a buscar el lugar perfecto para cavar. Lucas empezó a mover la brida de bronce en diferentes direcciones. De repente, la brida comenzó a vibrar.
"¡Miren! ¡Está vibrando!" - gritó Lucas emocionado.
"Entonces, ¡aquí es donde debemos cavar!" - exclamó Mateo, saltando.
Con sus palas y palas de juguete, los amigos empezaron a cavar. La tierra era dura, pero su entusiasmo los motivaba. Tras unos minutos de duro trabajo, algo duro golpeó la pala de Lucas.
"¡Lo encontré!" - gritó, sacando un antiguo cofre de madera cubierto de tierra.
Sofía y Mateo corrieron a su lado, y juntos abrieron el cofre. Dentro, en lugar de oro o joyas, encontraron cartas escritas por aquellos que habían estado allí antes. Una de las cartas decía: "Si has llegado hasta aquí, recuerda que el verdadero tesoro es la amistad que compartes y las experiencias vividas juntos."
"Esto es... impresionante" - dijo Mateo.
"No creo que haya sido un mal hallazgo" - comentó Sofía, observando las cartas.
"Podríamos leerlas como historias y hacer un libro de aventuras de amigos" - sugirió Lucas.
Los amigos pasaron la noche leyendo las cartas, riendo y aprendiendo sobre aventuras pasadas. Cada historia hablaba sobre la importancia de la amistad y los momentos sencillos que compartían.
Al amanecer, se dieron cuenta de que habían encontrado un tesoro mucho más valioso que oro. En vez de volver a casa con cosas materiales, habían adquirido una experiencia que los uniría aún más.
"Prometamos que siempre seremos amigos y que cada luna llena será nuestra noche de aventuras" - les propuso Sofía.
Los tres levantaron sus manos y gritaron a la luna,
"¡Prometemos!"
Desde entonces, cada luna llena, los amigos se reunían para recordar la noche de su aventura y seguir escribiendo nuevas historias juntos, porque entendieron que el verdadero tesoro estaba en su amistad, en las risas compartidas y en cada momento vivido a su lado.
FIN.