Las guardianas del río



Había una vez una niña llamada Catalina, que tenía unos ojos rasgados de color café que brillaban como el sol. Cada vez que sonreía, llenaba cualquier lugar de luz y amor.

Catalina vivía en un pequeño pueblo rodeado de naturaleza. Tenía una amiga muy especial llamada Roma, quien era su perrita consentida. Juntas pasaban horas jugando y explorando el mundo.

Un día, mientras Catalina y Roma estaban paseando por el bosque, escucharon un ruido extraño proveniente de un árbol. Se acercaron con curiosidad y descubrieron a un pequeño pájaro atrapado en las ramas. "¡Oh no! Este pajarito está en peligro", exclamó Catalina preocupada. Sin pensarlo dos veces, decidió ayudar al ave a liberarse.

Con mucho cuidado y paciencia, logró desenredar sus alas del nido donde estaba atrapado. El pájaro voló felizmente hacia el cielo agradeciendo a Catalina por salvarlo.

A partir de ese momento, Catalina se dio cuenta de lo importante que es ayudar a los demás seres vivos. Decidió convertirse en la defensora de la naturaleza y todos los animales del bosque.

Un día, mientras exploraba cerca del río, encontró algo inesperado: un grupo de niños tirando basura al agua sin importarles las consecuencias para los animales y la naturaleza. Catalina se acercó valientemente al grupo e intentó explicarles lo malo que era contaminar el río. Pero ellos simplemente se burlaron y continuaron ensuciando el lugar.

Catalina no se rindió y decidió buscar una solución. Fue a la escuela y habló con su maestra sobre lo que había presenciado. Juntos, idearon un plan para concientizar a los niños del pueblo sobre la importancia de cuidar el medio ambiente.

Organizaron una campaña de limpieza en el río, invitando a todos los habitantes del pueblo a participar. Catalina y Roma fueron las primeras en llegar, con sus guantes y bolsas para reagarrar la basura.

Poco a poco, más personas se sumaron al esfuerzo. El río fue limpiándose y volviendo a ser un hogar seguro para los peces y las aves. Los niños que antes tiraban basura aprendieron la lección y comenzaron a cuidar el medio ambiente.

Catalina se convirtió en una heroína local, admirada por su valentía y dedicación para proteger la naturaleza. Su sonrisa seguía llenando de luz y amor cada rincón del pueblo.

Desde aquel día, Catalina continuó luchando por un mundo mejor, enseñando a otros sobre la importancia de respetar y cuidar nuestro entorno. Siempre recordaba que todos podemos marcar la diferencia si nos comprometemos con acciones positivas.

Y así, Catalina demostró que incluso siendo una niña pequeña, podía hacer grandes cosas cuando tenía amor en su corazón.

FIN.

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