Las Hadas del Bosque Encantado
Era un hermoso día de primavera cuando Juli y Juancito decidieron aventurarse al bosque que se encontraba cerca de su casa. Con sus mochilas llenas de meriendas y mucha curiosidad, los dos amigos entraron en el frondoso lugar, donde los rayos del sol brillaban a través de las hojas de los árboles.
Mientras caminaban, Juli comentó:
- ¡Mirá qué lindo es este lugar! ¡Hay tantas flores y árboles! Nunca había venido tan adentro del bosque.
Juancito sonrió y respondió:
- Sí, es increíble. Tal vez podamos encontrar algún animal o algo mágico.
Justo en ese momento, un suave susurro les llegó a los oídos. Se acercaron y descubrieron a tres pequeñas hadas con alas brillantes que danzaban entre las flores.
- ¡Hola, pequeños humanos! - dijo la hada con alas color esmeralda - Soy Lila, y estas son mis amigas, Brisa y Estrella.
- ¡Guau! ¡Hadas! - exclamó Juli con los ojos muy abiertos - Nunca pensé que existieran de verdad.
Brisa, que tenía alas de un azul profundo, agregó:
- Nos encanta que nos visiten. Pero hoy tenemos un problemita...
Juancito, intrigado, preguntó:
- ¿Qué problema tienen las hadas?
Estrella, la hada de alas doradas, explicó:
- En el bosque hay un árbol mágico que concede deseos, pero ha perdido su poder porque la gente olvida cuidarlo. Necesitamos ayuda para restaurarlo.
Juli y Juancito se miraron emocionados.
- ¡Podemos ayudar! - dijo Juli entusiasmada.
Las hadas sonrieron y Lila les dio instrucciones:
- Deben encontrar tres cosas para restaurar la magia del árbol: una flor dorada, una pluma de un ave feliz y el canto de un arroyo.
Sin perder tiempo, los amigos se pusieron en marcha. Primero, buscaron la flor dorada. Después de un rato de búsqueda, Juli exclamó:
- ¡Mirá! ¡Allá hay una!
Era la flor más brillante que habían visto, relucía como un pequeño sol en medio del bosque. Juancito la recogió con mucho cuidado y la guardó en su mochila.
- ¡Genial! – dijo Brisa con alegría - ¡Falta solo dos cosas!
Luego decidieron buscar la pluma. Escucharon el canto de unos pájaros alegres y decidieron seguir el sonido. En un árbol alto, encontraron a un grupo de aves en pleno juego.
Juancito, con mucho cuidado, se acercó y les preguntó:
- ¿Podemos tener una pluma de ustedes?
Las aves lo miraron con curiosidad y uno de ellos, un pequeño loro verde, se acercó y dijo:
- Claro, solo si nos prometen ser amables con la naturaleza.
Juli y Juancito asintieron rápidamente.
- ¡Lo prometemos! - dijeron en coro.
El loro les regaló una hermosa pluma verde y amarilla.
- ¡Qué suerte tenemos! - comentó Juli. - Solo nos falta el canto del arroyo.
Siguieron caminando hasta que escucharon el suave murmullo del agua. Allí encontraban un arroyo cristalino que fluía entre las piedras. Juancito, emocionado, dijo:
- ¡Eso suena hermoso!
- Necesitamos escuchar una de sus melodías y quizás grabarla con este teléfono - sugirió Juli, sacando su celular. Así que se acercaron al arroyo y comenzaron a escuchar atentamente.
El canto del agua era tan melodioso que los amigos comenzaron a tararear junto al arroyo. En ese momento, algo asombroso sucedió. El agua comenzó a brillar, y los dos amigos notaron que la melodía se transformaba en una hermosa canción.
- ¡Estamos listos! - gritó Juancito entusiasmado. - ¡Ya tenemos todo!
Las hadas aparecieron y los elogiaron por su valentía y trabajo en equipo.
- Ahora debemos llevar estos elementos al árbol mágico - dijo Lila con una sonrisa.
Cuando llegaron al árbol, que era enorme y majestuoso, colocaron la flor dorada a sus pies, la pluma en sus ramas y Juli activó el voicing del arroyo, grabando su canto que resonó por todo el bosque.
Poco a poco, el árbol comenzó a brillar y una luz mágica lo rodeó. Las hadas danzaron alrededor, llenas de alegría.
- ¡Lo hicimos! - gritó Brisa, saltando de felicidad.
Estrella se acercó a Juli y Juancito y les dijo:
- Ahora el árbol puede conceder deseos nuevamente. Les agradecemos de corazón.
Los amigos pensaron un momento y Juli dijo:
- ¿Podemos desear que todos cuiden el bosque siempre?
- ¿Es eso lo que desean? - preguntó Lila, con una luz en sus ojos.
Los dos amigos asintieron con firmeza.
- ¡Sí! ¡Que todos amen y cuiden este lugar mágico!
Las hadas sonrieron y con un movimiento de sus varitas, realizaron el deseo. En ese instante, el bosque brilló aún más, y los animales y plantas comenzaron a cantar juntos, como agradecimiento.
Al final del día, Juli y Juancito regresaron a casa con el corazón lleno de alegría, y aprendieron que cuidar la naturaleza es fundamental.
- ¡Fue una aventura increíble! - dijo Juancito.
- Sí, y siempre recordaremos que el bosque necesita de nosotros - respondió Juli.
Desde aquel día, nunca dejaron de cuidar el paisaje que tanto amaban, y compartieron su experiencia con todos sus amigos, para que nadie olvidara la importancia de proteger la naturaleza.
FIN.