Las hadas del bosque y el peligro de la oscuridad
En un rincón mágico del bosque, donde los árboles eran altos y verdes y el aire estaba lleno de risas, vivían unas hermosas hadas. Cada una era única: Lila, con sus alas plateadas que brillaban como estrellas; Rosa, con sus rizos de colores y su risa contagiosa; y Azul, la más sabia del grupo.
Un día, mientras jugaban cerca de un arroyo, Lila notó que el agua no era tan clara como antes.
"Espero que no haya algo malo en el arroyo. Vamos a investigar", sugirió Lila.
Las hadas, llenas de curiosidad, volaron hacia el claro donde brotaba el agua. Al llegar, se dieron cuenta de que una sombra oscura se cernía sobre el arroyo, cubriendo el agua con una mancha negra.
"Esto no se ve bien", dijo Rosa con un nudo en la garganta.
Azul frunció el ceño y se acercó a la mancha.
"Parece que una horda de criaturas oscuras está tratando de entrar en nuestro bosque. ¡Debemos hacer algo!"
Las hadas discutieron sobre cómo podrían enfrentar este peligro, pero no podían hacerlo solas. Entonces, Azul sugirió que necesitarían la ayuda de los animales del bosque. Así que, juntas, se dirigieron a la reunión del consejo de animales.
Cuando llegaron, los animales estaban muy preocupados. El sabio búho, don Teodoro, habló:
"Si seguimos escondiendo la cabeza, la oscuridad se apoderará de nuestro hogar. Debemos unirnos y encontrar una solución."
Así, el grupo comenzó a planear. Serpientes, ciervos, ardillas y pájaros se juntaron, cada uno aportando una idea. Un erizo se ofreció a ser el espía en la zona oscura y un grupo de pájaros se comprometió a hacer ruido para asustar a las criaturas si era necesario.
"Hay que ser valientes y trabajar juntos, así podremos proteger nuestro hogar", dijo Azul con determinación.
Finalmente, decidieron hacer un gran espectáculo de luz con todos los colores de las hadas y el sonido de los animales, con la esperanza de asustar a las criaturas oscuras. El día llegó y, bajo el cielo estrellado, las hadas y los animales se prepararon.
"¡Por el bosque!", gritó Lila mientras encendía las luces mágicas con su varita.
El despliegue de luz fue hermoso. Los colores bailaban en el aire y llenaban el bosque de chispeantes destellos. Pero a medida que la luz crecía, las sombras también lo hacían, lo que hacía que los corazones de los animales latieran más rápido.
"¡No hay que rendirse!", exclamó Rosa mientras giraba en el aire.
Y de repente, en medio del espectáculo, se escuchó un rugido aterrador. Las criaturas oscuras aparecieron entre los árboles, pero no estaban solas. Venían acompañadas de una gran sombra que ocupaba casi todo el claro. Era un enorme dragón de escamas negras que parecía más perdido que amenazador.
"¡No lo puedo creer!", gritó Lila.
Sin embargo, Azul se dio cuenta de algo: el dragón parecía asustado. Entonces, en vez de huir, voló hacia él.
"¡Esperen! ¡No le hagan daño!", pidió Azul con valentía.
"¿Tú quién eres?", preguntó el dragón con voz temblorosa.
"Soy Azul, una de las hadas del bosque. ¿Por qué has venido aquí?", replicó la hada, sin apartar la mirada del dragón.
"Busco un lugar, un hogar. He perdido mi camino y oscurecí el arroyo sin querer", confesó el dragón.
Las hadas y los animales miraron entre sí, sorprendidos por la historia del dragón. Lila, dándose cuenta de que el miedo los había llevado a la confusión, se acercó al dragón.
"¡Podemos ayudarte! Todos en el bosque merecemos un hogar —dijo ella—. Trabajemos juntos."
A partir de ese momento, decidieron ayudar al dragón a encontrar un lugar donde pudiera vivir y que no causara problemas en el bosque. Al hacerlo, las hadas y los animales aprendieron que la verdadera valentía no solo se trataba de enfrentarse a un peligro, sino también de ser abiertos y empáticos con aquellos que parecían diferentes.
Después de un día de arduo trabajo, el dragón encontró su hogar en una cueva lejana y, como gesto de agradecimiento, prometió cuidar del bosque y protegerlo de cualquier peligro que pudiera surgir.
Con el tiempo, el arroyo se limpió y el bosque volvió a brillar con colores y alegría. Las hadas y los animales celebraron su victoria, no solo sobre la oscuridad, sino también por haber entendido el valor de la amistad y la empatía.
"¡Qué gran aventura!", exclamó Rosa mientras todos bailaban al ritmo del río.
Y así, La magia del bosque continuó brillando como siempre, un recordatorio de que, juntas, las criaturas podían enfrentar cualquier desafío, siempre que se apoyaran mutuamente.
FIN.