Las Hadas del Jardín Perdido



En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, había un jardín lleno de flores de todos los colores. Pero lo que más lo hacía especial era que estaba habitado por hadas mágicas que se encargaban de cuidar de las plantas y los animales del lugar. Sin embargo, con el tiempo, los habitantes del pueblo dejaron de visitar el jardín y comenzaron a olvidarse de su belleza.

Una mañana, una niña llamada Lila decidió aventurarse a explorar el jardín olvidado. Al llegar, se tomó un momento para admirar las flores marchitas y los animales asustados que se escondían tras los arbustos.

"¡Hola! ¿Hay alguien aquí?" - gritó Lila con entusiasmo.

De repente, una pequeña hada con alas brillantes apareció de entre las flores.

"¡Hola, niña! Soy Florinda, la hada de las flores. ¿Qué haces aquí?"

"Vine a ver el jardín. Parece que ha estado triste. ¿Por qué no viene nadie?"

"Los habitantes del pueblo han olvidado que aquí reside la magia. Sin visitas, nosotros, las hadas, no podemos mantener vivo el jardín. Necesitamos su ayuda para florecer de nuevo."

Lila se sintió conmovida por las palabras de Florinda. Decidió que debía hacer algo para ayudar a revivir el jardín.

"Yo puedo hablar con los demás!" - exclamó.

Florinda sonrió y le dio a Lila un pequeño frasco con polvo de hadas.

"Con esto podrás demostrarles la magia del jardín. Solo una pizca hará que recuerden su belleza."

Lila corrió hacia el pueblo, pero cuando llegó, se encontró con que sus amigos estaban muy ocupados.

"¡Chicos! ¡Tienen que venir al jardín!" - dijo.

"Pero estamos muy ocupados jugando videojuegos…" - le respondió su amigo Tomi.

"¡Por favor! El jardín necesita de nosotros. Hay hadas que cuidan de las flores y los animales. ¡Es mágico!"

Los amigos comenzaron a reírse.

"¿Hadas? Eso suena a cuento de hadas, Lila!"

Pero Lila no se dio por vencida. Sacó el frasco y espolvoreó un poco de polvo en el aire. De inmediato, un radiante rayo de luz iluminó el cielo y todos quedaron boquiabiertos.

"¡Mirá! ¡Es verdad!" - exclamó Sofía, una de sus amigas.

"Vengan, tenemos que ver qué hay ahí."

Así, los amigos decidieron ir al jardín. Al llegar, se sorprendieron al ver cómo las flores comenzaban a abrirse y a brotar colores vivos. Las hadas danzaban alrededor, llenando el ambiente de risas y música.

"¡Wow! ¡Esto es increíble!" - dijo Tomi, ahora intrigado.

Florinda apareció volando y les dio la bienvenida.

"¡Gracias por venir! Sin ustedes, el jardín no podría brillar. ¡Pero aún necesitamos su ayuda!"

Lila y sus amigos escucharon atentamente a la hada. Florinda les explicó que para mantener la magia, debían ayudar a cuidar el jardín al menos una vez a la semana.

"Si lo cuidamos, las hadas seguirán protegiéndolo y el jardín será un lugar mágico para todos. ¿Se animan?"

"¡Sí!" - gritaron todos al unísono.

Desde ese día, el grupo de amigos se comprometió a visitar el jardín regularmente. Observaron cómo las flores florecían más y más, y los animales regresaban, llenando de vida el lugar. También organizaron actividades en el pueblo para que más niños vinieran a disfrutar.

Un día, el pequeño jardín se convirtió en un gran festival, lleno de alegría y colores. Todo el pueblo se unió para celebrar la magia que había regresado y prometieron nunca olvidar el jardín de las hadas.

Lila se sintió orgullosa de lo que habían logrado, sabiendo que habían mantenido viva la magia con el cuidado y la amistad.

"A veces, todo lo que necesita algo es un poco de amor y atención." - dijo ella al final del festival, rodeada de sus amigos y hadas.

Y así, el jardín nunca más fue olvidado, y las risas y la magia de las hadas continuaron llenando el aire, recordando a todos que en cada rincón del mundo, puede haber un poco de magia, siempre que decidamos cuidarla.

FIN.

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