Las Haditas de Margarita
En un pequeño pueblo argentino, vivía una niña llamada Margarita. Era una chica muy especial, pero a menudo se dejaba llevar por sus emociones. Cuatro haditas, cada una con un poder diferente, decidieron ayudarla a manejar sus sentimientos. Estas haditas eran Enamorhada, la hadita del amor; Arriesghada, la hadita de la aventura; Angustihada, la hadita de la tristeza; Alegrhada, la hadita de la felicidad; y Enojhada, la hadita de la ira. Juntas, se encargaron de guiar a Margarita en su vida diaria.
Una mañana, mientras Margarita paseaba por el bosque, escuchó un suave susurro. "¡Hola, Margarita!" - dijo Enamorhada, apareciendo entre las flores. "Hoy te ayudaré a encontrar el amor en lo que te rodea. ¡Mira a tu alrededor!"
Margarita observó cómo todo brillaba con colores maravillosos. De repente, se sintió un poco sonrojada al pensar en su amigo Lucas.
"¿Y si a Lucas no le gusto?" - preguntó con una voz temblorosa.
"No te preocupes, ¡el amor es hermoso, pero también es un riesgo!" - respondió Arriesghada, aterrizando con una pirueta.
"¡Sí, Margarita, siempre hay que atreverse!" - agregó Alegrhada, haciendo que las flores danzaran alrededor de ella.
Sin embargo, en ese momento, apareció Angustihada, con su nube gris.
"¿Y si resulta que Lucas no siente lo mismo? Eso me angustia..." - dijo Margarita, mirando hacia el suelo.
"Entiendo que te sientas así, pero a veces el miedo puede limitarnos. ¡Hagamos algo divertido para animarte!" - propuso Enojhada, levantando su puño con energía.
Las haditas decidieron organizar una competencia de juegos para levantar el ánimo de Margarita. Mientras jugaban, se olvidó de su angustia. Sin embargo, justo cuando pensaban que todo iba bien, Margarita tuvo un pequeño desacuerdo con una de sus amigas y Enojhada la controló.
"¡Esto es inaceptable!" - gritó Margarita, mientras la hadita de la ira crecía en ella.
"¡Espera, Margarita! No dejes que la ira te venza. Hablemos y resolvamos esto con calma!" - sugirió Alegrhada, tratando de calmar la situación.
Margarita tomó un profundo respiro y se dio cuenta de que tenía que gestionar sus emociones. Después de hablar con su amiga, se sintió mejor.
"Gracias, chicas. Ahora entiendo que hay que vivir el momento, arriesgarse, amar y, sobre todo, hablar cuando estamos enojadas. ¡Gracias por ayudarme!" - dijo Margarita con una sonrisa resplandeciente.
Las haditas se abrazaron y vibraron de alegría.
Y así, Margarita aprendió que aunque a veces sus emociones podían ser abrumadoras, siendo consciente de ellas podía decidir cómo actuar. Aprendió a equilibrar sus sentimientos y a disfrutar la vida plenamente. Las haditas continuaron a su lado, siempre listas para ayudarla a florecer en su camino.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado, pero la aventura de Margarita apenas comenzaba.
FIN.