Las Hermanas en el Mundo de Dulces
Era una tarde tranquila en la casa de las hermanas Amatista y Alely. Después de un delicioso almuerzo, su mamá les dijo:
"Es la hora de la siesta, chicas. Necesitan descansar para tener energía para la tarde."
Las hermanas, aunque un poco reticentes, se acurrucaron en sus camas y cerraron los ojos. Poco a poco, el suave murmullo del viento las fue llevando a un sueño profundo.
De repente, un estruendo de risas y colores las despertó. Amatista abrió los ojos, y se encontró en un lugar maravilloso. Un campo infinito de caramelos y dulces se extendía ante ellas. La hierba era de algodón de azúcar y los árboles estaban llenos de frutas de gelatina.
"¡Mirá, Amatista! ¡Estamos en el mundo de los dulces!" exclamó Alely, mientras corría hacia un lago de chocolate.
"¡Es increíble!" respondió Amatista, con los ojos deslumbrados. Pero, antes de que pudieran disfrutar de tanto sabor, se dieron cuenta de que había un problema. Una nube oscura cubría el cielo y los dulces empezaron a desvanecerse.
"¿Qué está pasando?" preguntó Alely, asustada.
"Parece que alguien está robando la alegría de este mundo. Debemos ayudar a los habitantes de aquí!", dijo Amatista con determinación.
Las hermanas comenzaron su aventura y se dirigieron a la Casa de las Golosinas, donde conocieron a un pequeño conejo llamado Choco.
"¡Ayuda! ¡La nube oscura se ha llevado la esencia de la dulzura!" dijo Choco, con lagrimitas de chocolate.
"¿Cómo podemos ayudar?" preguntó Amatista.
Choco les explicó que debían encontrar los Cristales de Sabor, que estaban escondidos en tres lugares mágicos: el Bosque de Regaliz, la Montaña de Malvaviscos y la Cueva de Caramelo.
"¡Vamos!" gritó Alely. Juntas, las hermanas comenzaron su búsqueda. El primer lugar que visitaron fue el Bosque de Regaliz.
Cuando llegaron, se encontraron con unos árboles que hablaban:
"Solo podrán pasar si nos ayudan a cantar nuestra canción. ¡Enséñennos!"
Amatista y Alely se miraron y comenzaron a tararear una melodía. Los árboles, emocionados, se unieron a la música y, en agradecimiento, les dieron el primer Cristal de Sabor.
"¡Uno menos! ¡Vamos por más!" dijo Amatista.
Luego, se dirigieron a la Montaña de Malvaviscos, donde una nube gigante les bloqueó el paso.
"¡No pueden pasar sin un duelo de esponjosidad!" gritó la nube.
Alely, con su ingenio, propuso hacer una lluvia de malvaviscos, y las hermanas empezaron a saltar y agitar los brazos como si fueran malvaviscos. La nube, divertida, decidió dejarlas pasar y les regaló el segundo Cristal de Sabor.
Por último, llegaron a la Cueva de Caramelo, donde se encontraron con un dragón dulce llamado Licorito.
"¿Por qué están aquí, pequeñas?" preguntó el dragón.
"Venimos a recuperar los Cristales de Sabor! La nube oscura se robó la magia de este mundo", explicó Amatista.
Licorito sonrió y dijo:
"Si pueden superar mi reto, les daré el último cristal. Deben contarme un chiste divertido."
Amatista y Alely pensaron un momento, y luego Alely dijo:
"¿Por qué los caramelos nunca juegan a las escondidas? ¡Porque siempre se les va el sabor!"
Licorito estalló en carcajadas y les entregó el tercer Cristal de Sabor.
"Ahora, regresen y coloquen los cristales en el árbol de la dulzura en el centro del mundo. Ésa es la clave para deshacer la nube oscura," les recomendó Licorito.
Las hermanas corrieron al árbol, y con los tres cristales en mano, hicieron una gran ceremonia en la que los colocaron juntos.
De repente, el viento sopló con fuerza y la nube oscura comenzó a disiparse, dejando caer lluvia de caramelos sobre el mundo. Los colores vibrantes regresaron, y el campo de dulces renació con vida.
"Lo logramos, Amatista!" gritó Alely, mientras todos los habitantes del mundo de dulces las rodearon para agradecérseles.
"Este mundo es mágico porque está lleno de amor y alegría," dijo Amatista.
Finalmente, las hermanas se despidieron de sus nuevos amigos, prometiendo volver a visitarlos. Cuando despertaron de su siesta, estaban en sus camas, pero con una sonrisa en el rostro.
"¿Soñaste lo mismo que yo?" preguntó Alely.
"Sí, y aunque fue solo un sueño, podemos aprender de ello. Siempre hay que ayudar a los demás y a cuidar nuestra alegría!" respondió Amatista.
Y así, las hermanas entendieron que la magia y la aventura no solo ocurren en los sueños, sino también en la vida real, cada vez que comparten amor, amistad y alegría.
FIN.