Las Hermanas Flores y el Jardín Mágico
Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y ríos brillantes, tres hermanas que eran como flores en un jardín: Luna, Rosa y Margarita. Cada una tenía su propia personalidad, pero juntas formaban un hermoso bouquet.
Luna era la más soñadora, siempre mirando las estrellas y hablando de aventuras. Rosa, la más juguetona, siempre estaba lista para jugar y reír. Y Margarita, la más sensata, siempre encontraba la solución a cualquier problema.
Un día, mientras exploraban el bosque cercano a su casa, Luna encontró una puerta pequeña y misteriosa entre dos árboles.
"¿Qué será eso?" - preguntó Luna, con sus ojos brillando de curiosidad.
"¡Vamos a averiguarlo!" - exclamó Rosa, saltando de emoción.
"Espera, tal vez sea peligroso. Deberíamos ser cautelosas" - sugirió Margarita, un poco dudosa pero intrigada.
Las tres se acercaron a la puerta. Era de madera, adornada con flores talladas y tenía un pomo en forma de mariposa. Con un empujoncito, la puerta se abrió, revelando un mundo que parecía sacado de un cuento de hadas. Un jardín mágico lleno de flores multicolores y criaturas fantásticas las estaba esperando.
Las hermanas entraron, y de inmediato, un pequeño duende llamado Brinco se acercó a ellas.
"¡Bienvenidas al Jardín de las Maravillas!" - dijo Brinco, levantando sus manos, que brillaban como estrellas. "Aquí todo es posible. Pero cuidado, hay un acertijo que deben resolver para poder explorar este mágico lugar."
"¿Qué tipo de acertijo?" - preguntó Luna, intrigada.
Brinco les explicó:
"Un dragón guardián protege el sendero hacia el lago de cristal. Solo les permitirá pasar si responden correctamente a su pregunta."
Las hermanas se miraron, listas para el desafío. Brinco les indicó el camino mientras el sol brillaba sobre los colores vibrantes del jardín.
Cuando llegaron, el dragón era enorme pero tenía una mirada amable.
"Soy el Dragón de la Sabiduría. Si quieren pasar, deben decirme: ¿qué es lo que crece sin ser sembrado?" - preguntó el dragón con voz profunda.
Las hermanas se miraron, pensando.
"¿Qué puede ser eso?" - murmuró Rosa.
"Creo que sé la respuesta" - dijo Margarita. "¡Las ideas!"
El dragón sonrió.
"Correcto. Las ideas son semillas que crecen en nuestras mentes. Pueden pasar."
Las tres hermanas saltaron de alegría y cruzaron el sendero hacia el lago de cristal, donde el agua reflejaba el cielo como un espejo. Se sintieron más cercanas que nunca mientras jugaban y reían en el lago.
Pero entonces, se dieron cuenta de que el cielo comenzaba a oscurecerse rápidamente.
"¡Oh no!" - dijo Luna, con preocupación. "¿Qué haremos si no regresas a casa antes de que anochezca?"
"Necesitamos pensar en una solución" - sugirió Margarita, buscando formas de ayudar.
Rosa, siempre llena de energía, tuvo una idea brillante.
"¡Y si creamos una linterna mágica con las flores del jardín!" - dijo, emocionada.
Las hermanas se pusieron a trabajar. Usaron las flores brillantes y el agua del lago para crear una hermosa linterna que iluminó el jardín con colores cálidos.
"¡Esto funcionará!" - exclamó Luna, mientras sostenían la linterna.
Con la luz de la linterna mágica, las hermanas pudieron encontrar el camino de vuelta a la puerta del jardín. El dragón las despidió con una sonrisa.
"Recuerden, cada vez que sientan miedo o confusión, pueden iluminar su camino con su imaginación y la unión entre ustedes."
Cuando regresaron a casa, se dieron cuenta de que no solo habían explorado un jardín mágico, sino que también habían aprendido la importancia de estar unidas y de usar su creatividad para superar los retos.
"Esta aventura fue increíble, ¡debemos hacerlo de nuevo!" - sugirió Rosa, mientras las tres se abrazaban.
Y así, las tres hermanas flores entendieron que, aunque cada una era diferente, juntas podían lograr cosas maravillosas en cualquier aventura que decidieran emprender.
FIN.