Las Hermanas y el Bosque de la Amistad
Había una vez, en un pequeño y colorido pueblo, dos hermanas llamadas Valentina y Sofía. Valentina tenía 7 años y era muy soñadora, siempre imaginando aventuras emocionantes. Sofía, por otro lado, era un poco mayor, tenía 9 años y le gustaba ser la líder en todas las travesuras que hacían juntas.
Un día, mientras jugaban en el jardín, empezaron a discutir sobre quién tendría el primer turno con su muñeca nueva.
"¡Yo la gané jugando a las escondidas, así que me toca primero!" - dijo Valentina, con una sonrisa traviesa.
"¡No! Eres más chica, no entiendes nada. ¡A mí me toca primero!" - respondió Sofía, frunciendo el ceño.
Las dos comenzaron a pelear y en medio de eso, su mamá llegó y, aunque estaba ocupada, les dijo:
"Chicas, por favor, no se peleen. Las hermanas deben apoyarse y llevarse bien."
Valentina paró un momento, pensando en las palabras de su mamá. Sabía que esa frase sonaba un poco extraña, porque su mamá no se hablaba con sus propios hermanos, pero no entendía del todo por qué.
Esa tarde, su papá las vio jugar en la terraza, y se acercó a ellas.
"¿Por qué están discutiendo, mis pequeñas?" - preguntó con su voz suave.
"¡Queremos jugar, pero no nos ponemos de acuerdo!" - dijo Valentina, mirando a su papá con ojos grandes.
"Es importante que se ayuden entre ustedes. A veces las cosas no salen como quisiéramos, pero aprender a llevarse bien es la clave para una buena amistad. Miren, cuando era pequeño, yo también discutía con mis hermanos, pero con el tiempo entendí que eran los mejores compañeros de juegos."
Las niñas lo miraron en silencio, mientras él continuó:
"Además, si no se llevan bien, se podrían perder muchas aventuras juntas."
Valentina, inspirada por la idea de las aventuras, le hizo una propuesta a Sofía.
"¿Qué tal si vamos a explorar el Bosque de la Amistad, como aventureras?"
"¡Buena idea! Pero solo si prometes no pelear, ¿sí?" - respondió Sofía, extendiendo su mano.
"¡Prometido!" - dijo Valentina, mientras chocaban sus manos.
Así que las hermanas se pusieron sus sombreros de exploradoras y partieron hacia el Bosque de la Amistad. Mientras caminaban, si encontraban algo que les gustaba, se lo compartían.
"¡Mira, Sofía, una flor gigante!" - exclamó Valentina emocionada.
"Podemos dibujarla juntas más tarde." - respondió Sofía.
De repente, escucharon una risa cercana. Era un grupo de niños que jugaban.
"¿Quieren jugar con nosotros?" - gritó un niño.
"Sí!" - respondieron las hermanas al unísono. Pero, mientras se acercaban, algunas discusiones comenzaron a surgir entre ellos.
"¡Yo quiero ser el rey!" - dijo un chico.
"Pero yo quiero ser el dragón feroz!" - dijo otro, y pronto todos parecieron estar en desacuerdo.
Valentina, recordando lo que su papá había dicho, tuvo una idea.
"Chicos, ¿y si jugamos a que todos somos parte de una historia mágica? Donde cada uno tenga un rol diferente pero todos trabajemos juntos para salvar el reino. "
Sofía la miró sorprendida, pero decidió sumarse.
"Sí, así todos pueden ser importantes. ¡Vamos, el reino nos necesita!" - agregó Sofía.
Los niños se miraron y, uno a uno, comenzaron a asentir. Pronto estaban todos inmersos en la aventura, apoyándose unos a otros, creando una historia llena de héroes y villanos, donde todos eran parte del gran relato.
Al finalizar el juego, Valentina y Sofía se sintieron muy felices.
"¿Ves? ¡Así es mucho más divertido! ” - dijo Valentina.
"Sí, quizás somos un poco distintas, pero eso hace que todo sea más interesante, ¿no?" - respondió Sofía, dándole un abrazo a su hermana.
Al regresar a casa, las niñas sintieron que habían formado un nuevo vínculo. Le contaron a su mamá sobre su día y cómo habían ayudado a los otros niños a llevarse bien. Su mamá las escuchó atentamente.
"Estoy tan orgullosa de ustedes, chicas. A veces olvidamos lo importante que es tener apoyo. No sé qué pasó con mis hermanos, pero ustedes tienen la oportunidad de crear algo distinto."
Valentina y Sofía asintieron, sintiendo que habían aprendido una valiosa lección. En aquel momento, entendieron que el amor y la amistad siempre son más importantes que las diferencias.
"Mamá, prometemos cuidarnos y apoyarnos siempre. ¡Como las mejores amigas!" - dijeron las dos al unísono.
Y así fue, Valentina y Sofía se convirtieron en las mejores exploradoras del mundo, enfrentando cualquier aventura que la vida les presentara juntas, siempre recordando que eran hermanas y eso las hacía invencibles.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.