Las hermanas y el Krampus Enfurecido
En un pequeño pueblo lleno de luces y decoraciones navideñas, vivían dos hermanas, Valentina y Camila. Aunque eran muy parecidas, sus personalidades eran completamente opuestas. Valentina, una soñadora, adoraba la Navidad y todo lo que conllevaba, mientras que Camila era una chica un tanto amargada que aceptaba lo que venía, pero siempre se quejaba de las tradiciones. La Navidad les parecía una molestia y ambas trataban de evitarla a toda costa.
Una noche, mientras las luces titilaban por el pueblo, Valentina decidió armar el árbol de Navidad, ignorando las protestas de Camila.
"¡No puedo creer que estés haciendo eso!"
"Pero, Camila, ¡la Navidad puede ser maravillosa!"
"A mí me parece un lío. Todo es ruido y cosas que no sirven. Quisiera que nunca llegara."
Camila no sabía que su desdén por la Navidad había llegado a oídos del famoso Krampus, una criatura legendaria que venía a asustar a los niños que se portaban mal en épocas festivas. Así que, en la noche de Navidad, mientras las dos hermanas discutían, el Krampus decidió hacer una visita.
Con un fuerte estruendo, la puerta se abrió de golpe y apareció una sombra monstruosa. Valentina dio un grito y se acercó a Camila.
"¿Qué es eso?"
"No lo sé, pero creo que no es bueno. ¡Corré!"
Ambas dieron un salto y corrieron a la habitación más alejada, donde se escondieron debajo de la cama, temblando.
"Camila, ¿qué vamos a hacer? Eso parecía... ¡el Krampus!"
"Nunca he creído en esas cosas."
"Seguro que si un monstruo viene a asustarnos, ¡es porque estamos en problemas!"
Sin embargo, el Krampus no estaba allí solo para asustarlas. En realidad, había estado observando a las hermanas y sus fricciones. Con una voz profunda y resonante, pero no tan aterradora, comenzó a hablar.
"¡Valentina y Camila! He venido a hacerles un favor. Ustedes odian la Navidad y eso no está bien. La Navidad es más que luces y ruido. ¿No ven lo que se están perdiendo?"
Ambas hermanas se asomaron lentamente de su escondite, todavía temerosas, pero curiosas.
"¿Qué sabés vos de lo que nos perdemos?" preguntó Camila.
El Krampus sonrió, mostrando unos colmillos menos aterradores de lo que parecían.
"No vine a asustarlas por maldad. Vine porque siento que hay mucho potencial en ustedes. Ustedes son hermanas, y la Navidad es un momento perfecto para unir corazones."
Las hermanas empezaron a reflexionar. Valentina, con su espíritu festivo, comenzó a recordar momentos especiales que habían compartido juntas en anteriores navidades.
"Camila, ¿te acordás de aquella vez que hicimos galletitas de jengibre y las decoramos demasiado?"
"¡Sí! Y al final no quedaba ninguna, se las comió el perro."
El Krampus, viendo que las hermanas comenzaban a recordar momentos felices, continuó.
"Exacto. La risa, la unión... eso es lo que importa. Si siguen llevándose así, se perderán la oportunidad de crear más recuerdos. ¿Qué les dice eso de su relación?"
Las hermanas se miraron. Por primera vez, comenzaron a sentir que quizás el Krampus tenía un punto. Ambas se dieron cuenta de que, a pesar de sus diferencias, lo que realmente deseaban era entenderse y pasarlo bien juntas.
"¿Qué tal si hacemos un trato?" propuso Valentina.
"¿Qué trato?" respondió Camila, intrigada.
"Podemos aprender unas de otras. Tú me ayudas a ver la parte aburrida de la Navidad y yo te muestro lo divertida que puede ser. Quizás, hasta podemos encontrar un equilibrio."
El Krampus sonrió, satisfecho con la propuesta.
"Eso es. Recuerden, la verdadera magia de esta época no está en las decoraciones, sino en el tiempo que pasan juntas."
Finalmente, el Krampus dejó escapar un pequeño estallido de chispa mágica y, con eso, las mandó de vuelta a la realidad.
A la mañana siguiente, Valentina y Camila despertaron con una sonrisa. Sí, habían encontrado una manera de hacer de la Navidad algo especial. Así que, juntas, decoraron el árbol a su manera, compartieron historias, y comenzaron a crear nuevos recuerdos, llenos de amor y risas.
El Krampus observaba desde lejos, feliz de haber ayudado a las hermanas. La Navidad ya no sería lo mismo para ellas, porque ahora sabían que, incluso en diferencias, siempre habría espacio para encontrar la unión.
Y así, la Navidad se volvió su época favorita, gracias al monstruo que, en lugar de asustarlas, las inspiró a ver la verdadera esencia de la celebración: el amor entre hermanas.
FIN.