Las hermanitas y su perro perdido


Había una vez dos hermanitas llamadas Susana y Bea. Aunque eran muy parecidas físicamente, tenían personalidades completamente diferentes. Susana era una niña con habilidades diferentes, mientras que Bea era una niña muy inteligente y creativa.

Susana asistía a un colegio especializado en niños con necesidades especiales, donde recibía todo el apoyo necesario para desarrollar sus habilidades únicas. Por otro lado, Bea iba a un colegio regular donde se destacaba por su destreza académica y artística.

A pesar de las diferencias entre ellas, las dos hermanas se llevaban muy bien y siempre estaban dispuestas a ayudarse mutuamente. Un día, mientras paseaban por el parque, encontraron un perrito abandonado al que decidieron llamar Docky.

Docky se convirtió en el mejor amigo de las hermanas. Juntos pasaban tardes enteras jugando en el jardín y explorando nuevos lugares. Pero un día, mientras paseaban cerca del río, Docky desapareció repentinamente.

- ¡Oh no! ¡Docky se ha perdido! - exclamó Susana angustiada. - Tranquila Susi, lo encontraremos - le aseguró Bea con determinación. Las dos hermanas comenzaron a buscar a Docky por todos lados: preguntaron a los vecinos, colocaron carteles e incluso recorrieron la ciudad entera sin descanso.

Pero no había señales de Docky por ninguna parte. Desanimadas y agotadas después de días de búsqueda infructuosa, las hermanas regresaron a casa derrotadas. Sin embargo, no podían rendirse tan fácilmente.

Bea recordó que Docky tenía un collar con una placa de identificación. - ¡Es cierto! Podemos llamar al número de teléfono de la placa para ver si alguien lo encontró - sugirió Bea emocionada.

Sin perder un segundo, las hermanas llamaron al número y, para su sorpresa, alguien respondió del otro lado. - Hola, ¿están buscando a Docky? Lo tengo aquí en mi casa. Lo encontré cerca del río y vi el número en su collar - dijo una amable señora. Las hermanas no podían creerlo.

Estaban tan felices de haber encontrado a Docky sano y salvo. Se apresuraron a reunirse con la señora y llevaron a Docky de regreso a casa.

A partir de ese día, Susana y Bea aprendieron una valiosa lección: nunca rendirse ante los obstáculos y siempre buscar soluciones creativas para resolver problemas. Además, comprendieron que cada uno tiene habilidades únicas y que trabajar juntos puede lograr cosas maravillosas.

Susana siguió desarrollando sus habilidades especiales en su colegio mientras Bea continuaba destacándose en el suyo. Aunque estudiaban en colegios diferentes, siempre compartían sus experiencias e inspiraban mutuamente para alcanzar sus metas.

Y así, con Docky como testigo fiel de todas sus aventuras, las hermanitas vivieron felices sabiendo que juntas podían superar cualquier desafío que se les presentara.

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