Las Heroínas del Planeta



Era un día soleado en la ciudad de Pequeñópolis. Pepa y Pepita, dos amiguitas de siete años, estaban jugando en el parque cuando de repente escucharon un extraño rumor. El viento soplaba con fuerza y las nubes comienzaron a oscurecerse, aunque no parecía que fuera a llover. "¿Escuchaste eso, Pepita?" preguntó Pepa, mientras miraba al cielo. "Sí, es raro... Me da un poco de miedo," respondió Pepita, abrazando su muñeca favorita.

De pronto, un anciano sabio apareció delante de ellas. "No tengan miedo, pequeñas. Soy el Guardián del Planeta y vengo a advertirles sobre un gran peligro. ¡Un tsunami de caca se acerca!"

Pepa y Pepita se miraron confundidas, y luego Pepa preguntó: "¿Un tsunami de caca? ¿Qué es eso?"

El anciano explicó: "Es un gran desagrado causado por la contaminación. Si no hacemos algo pronto, el planeta sufrirá terriblemente. ¡Ustedes, como jóvenes protector@s del medio ambiente, deben actuar!"

Ambas niñas se sintieron intrigadas y decidieron ayudar al anciano. Con su valentía unida, se pusieron a pensar en un plan. "¿Qué podemos hacer, Guardián?" inquirió Pepita.

El anciano dijo: "Tienen que encontrar la fuente de esta polución y detenerla antes de que sea demasiado tarde. Solo así podrán salvar a Pequeñópolis y al planeta entero."

Resolutas y listas para la aventura, las niñas se adentraron en el bosque cercano, donde creían que podrían encontrar la causa del problema. Mientras caminaban, se encontraron con un grupo de animales preocupados. Un pato habló primero: "¿Qué les preocupa, pequeñas?"

Pepa respondió: "Hay un tsunami de caca a punto de llegar, y necesitamos encontrar la fuente."

El pato frunció el ceño y dijo: "Escuché algo sobre una fábrica que está tirando desechos sin control en el río. ¡Debemos ir ahí!"

Las niñas y los animales se unieron en una misión. En el camino, encontraron un arroyo sucio, lleno de plásticos y papeles. Pepita, siempre preocupada por el medio ambiente, exclamó: "¡Esto no puede ser! Debemos limpiar antes de continuar."

Con la ayuda de los animales, comenzaron a recoger la basura. Pepa encontró una caja llena de colores y propuso: "Podemos darle un mejor uso a esto. ¡Hagamos carteles para concientizar a la gente sobre la contaminación!"

Alegría en sus corazones, las niñas y sus amigos creativamente usaron los desechos para crear coloridos carteles que decían "¡Cuida nuestro planeta!" y "¡No tires basura!"

Después de hacerlos, se dirigieron hacia la fábrica. Cuando llegaron, descubrieron una gran nube de humo y una compuerta abierta por donde salía un líquido oloroso. "¡Mirá!" gritó Pepita. "¡Ahí está la fuente del problema!"

Las niñas decidieron que necesitaban hablar con el dueño de la fábrica. "¡Hola!" gritaron al unísono, intentando llamar la atención del señor que estaba dentro.

El dueño, un hombre de mirada seria, salió a ver qué sucedía. "¿Qué quieren, niñas?"

Pepa, con su voz más firme, dijo: "Estamos aquí para hablarte sobre la contaminación que está causando tu fábrica. ¡Ésta está dañando nuestro planeta!"

El hombre, sorprendido, escuchó atentamente. "Pero no sabía que era tan grave..." murmuró, reflexionando sobre lo que las niñas decían.

Pepita añadió: "Si dejas de contaminar y usas métodos más limpios, podrías ayudar a salvar a todos lo que viven aquí. ¡Y también podrías atraer más clientes que valoran el cuidado del medio ambiente!"

El dueño empezó a sonreír mientras pensaba en nuevas ideas. "Tienen razón. Puedo buscar alternativas más ecológicas. ¡Gracias, pequeñas héroes!"

Con el problema solucionado y el dueño prometiendo cambiar, Pepa y Pepita se sintieron aliviadas y felices. "¡Lo logramos!" exclamó Pepa.

La nube oscura que se cernía sobre la fábrica comenzó a disiparse, y el sol brilló de nuevo. Todos en Pequeñópolis reconocieron el esfuerzo de las niñas y la importancia de cuidar el medio ambiente.

Desde ese día, Pepa y Pepita no solo se convirtieron en heroínas, sino que también inspiraron a otros niños y adultos a ser más responsables con su entorno.

"Juntos, podemos salvar nuestro planeta, ¡siempre!" concluyeron las niñas, sonriendo, mientras el parkito y el bosque volvían a retomar su color y alegría de siempre.

FIN.

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