Las historias mágicas de Santo Domingo
Era un día soleado en la escuela primaria Santo Domingo. Los niños de segundo grado estaban ansiosos por el taller de cuentos que tendrían ese día. La maestra Clara, conocida por su amor a las historias, les había prometido que trabajarían en grupos para crear sus propios relatos.
"¡Hoy vamos a ser escritores!" les dijo la maestra Clara con una sonrisa.
"¿Y qué tipo de historias vamos a inventar?" preguntó Sofía, una niña con una imaginación desbordante.
"Podemos hablar de magos, dragones, princesas, ¡o incluso un perro que sabe hablar!" respondió Tomi, que siempre tenía ideas locas.
"Yo quiero que haya un unicornio que salve a un pueblo" intervino Mateo, mientras dibujaba un boceto de su personaje.
"¡Sí! Y también una niña valiente que lo ayude" agregó Valentina.
Todos se entusiasmaron y se organizaron en grupos. El primero en comenzar fue el grupo de Sofía, Tomi, Mateo y Valentina. Ellos decidieron que su historia se llamaría *El unicornio y la niña del arcoíris*. Establecieron un emocionante escenario donde un unicornio llamado Lúcido protegía a un pueblo de un dragón travieso llamado Drako, que siempre robaba dulces.
"¡Empecemos a escribir!" dijo Sofía, “Nos turnamos para contar cada parte.”
"Yo quiero ser la narradora" propuso Valentina. "Así puedo describir al dragón como un travieso que vuela haciendo ruido."
Las horas pasaron volando y cada equipo compartió sus historias fantásticas. Sin embargo, cuando el grupo de Sofía llegó a contar lo que habían creado, una nube oscura apareció de repente, cubriendo el sol.
"¿Qué está pasando?" preguntó Tomi, frunciendo el ceño.
"Parece que el dragón Drako ha aparecido de verdad" dijo Mateo, mirado por la ventana.
Los niños observaron asombrados cómo un dragón de papel, construido por otros estudiantes para cerrar el taller, se había escurrido en el aire.
"Vamos a atraparlo para que no se vuele" sugirió Sofía, con valentía.
"¡Sí! Puede ser nuestra oportunidad de hacer que viva de nuevo en nuestra historia!" gritó Tomi.
Los niños corrieron hacia el dragón de papel. Entre risas y gritos, lo acorralaron en la esquina del patio, mientras otros niños veían divertidos la escena.
"¡Lo tenemos!" dijo Valentina mientras hacía un gesto de victoria. "Ahora, sólo necesitamos transformarlo para que vuelva a nuestro cuento."
Los niños de Santo Domingo, decididos a ayudar a su personaje, juntaron su energía y vieron cómo este dragón de papel, con un chispazo de imaginación, cobraba vida en su historia.
El grupo de Sofía se puso a escribir de nuevo, agregando al dragón en su relato, pero esta vez como un dragón amable que había sido malinterpretado, un personaje que solo necesitaba amigos.
"¡Eso es!" exclamó Mateo. "Drako no es malo, sólo quería jugar con los niños."
Al final del día, después de muchas risas y creatividad, los niños presentaron su historia a la maestra Clara.
"Estoy muy orgullosa de ustedes" les dijo, mientras aplaudía. "No solo han creado una historia hermosa, sino que también han encontrado la forma de transformar un problema en una oportunidad. Eso es lo que hace a un verdadero escritor."
Aquel día, los niños aprendieron que la imaginación no tiene límites y que, incluso los personajes más complicados, pueden transformarse en amigos si les damos una oportunidad. Se fueron a casa con una nueva historia y una nueva amistad con el dragón, una lección que recordarían por siempre.
FIN.