Las hojas del invierno



Era un frío día de invierno cuando Cande y su amiga Guada decidieron salir a explorar el parque que estaba cerca de su casa. Con sus gorros de lana y bufandas abrigadas, se lanzaron a la aventura. Su primer destino fueron los majestuosos árboles que, a pesar del frío, se erguían orgullosos y fuertes.

"Mirá cuántas hojas caídas hay en el suelo" - exclamó Cande mientras recogía una hoja seca y crujiente.

"Y algunas todavía están agarradas a las ramas. ¿Por qué no hacemos algo divertido con todas estas hojas?" - sugirió Guada, emocionada.

Las dos amigas comenzaron a recoger hojas de diferentes tamaños y colores. Había hojas grandes y verdes, otras pequeñas y amarillas, y algunas absolutamente secas y marrones. Cuando terminaron, Cande miró el montón de hojas que habían recolectado.

"¿Qué podemos hacer con todas estas hojas?" - preguntó Cande, pensando en su casa, donde podía haber una buena idea.

Guada sonrió y dijo:

"Podemos hacer un collage gigante sobre cómo se ven los árboles en invierno. ¡Eso sería genial!"

Ambas se pusieron manos a la obra. Se sentaron en el banco del parque y comenzaron a crear su obra maestra. Pusieron las hojas secas en el borde del dibujo, como si fueran el suelo cubierto de hojas caídas. Las hojas aún verdes las usaron para representear a los árboles que aún conservaban su follaje. Pero entonces, algo inesperado sucedió.

Un fuerte viento comenzó a soplar, y las hojas que habían pegado en su collage comenzaron a volar por los aires. Ambas chicas comenzaron a reír mientras intentaban atraparlas.

"¡Es como un juego!" - gritó Cande, mientras corría tras de una hoja que se deslizaba lejos de ellas.

"Pero necesitamos esas hojas, ¡o nuestro collage no será lo mismo!" - dijo Guada con una risa nerviosa.

El viento seguía soplando, y las chicas corrían por el parque, persiguiendo sus hojas. En su carrera, se dieron cuenta de algo importante.

"Mirá, Cande. ¡Los árboles también están perdiendo sus hojas!" - dijo Guada mientras apuntaba hacia un árbol que estaba dejando caer sus últimas hojas.

"Es cierto, Guada. El invierno es un tiempo de cambio, y los árboles dejan ir las hojas para prepararse para la primavera" - reflexionó Cande, azorada por lo que había notado.

Después de un momento, Cande tuvo una idea.

"Tal vez no debamos intentar atrapar las hojas. Quizás deberíamos dejarlas ir. Ellas también están en su viaje."

"Tienes razón" - asintió Guada. "Vamos a disfrutar del momento y a dejar las hojas flotando. Después de todo, ¡hace frío y es mucho más divertido correr y reír!"

Así, las amigas decidieron dejar ir las hojas que habían recogido y observar cómo danzaban con el viento. Fue un espectáculo hermoso, decenas de hojas de diferentes colores volando juntas como pequeñas mariposas. Mientras reían y aplaudían, notaron que el frío no importaba, porque su corazón estaba cálido.

De regreso a casa, decidieron hacer un nuevo collage, pero esta vez usaron solo su imaginación. Dibujaron árboles surgiendo de la tierra, llenos de hojas de colores brillantes, hablando sobre cómo sería el parque en primavera.

"Así las hojas siempre estarán con nosotros, en nuestra memoria y en nuestra creatividad" - dijo Cande.

"Y así nunca olvidaremos que el cambio también es hermoso," - finalizó Guada, sonriendo.

Ambas volvieron a casa con el corazón alegre y muchas ideas nuevas sobre los ciclos de la naturaleza. Porque el invierno, aunque frío, les había enseñado a dejar ir y a apreciar las maravillas que se encontraban justo delante de sus ojos.

FIN.

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