Las hojas mágicas
Había una vez una familia muy especial compuesta por papá, mamá y dos hermanitos llamados Tomás y Sofía. Vivían en una pequeña casa con un jardín lleno de flores y árboles frutales.
Un día, mientras jugaban en el jardín, Tomás encontró tres hojas caídas de un árbol. Las recogió y se las llevó a su mamá para mostrarle su hallazgo. "Mamá, mira lo que encontré en el jardín", exclamó emocionado Tomás.
La mamá tomó las hojas entre sus manos y las observó detenidamente. Eran hojas de diferentes colores: una verde, otra amarilla y la última roja.
La mamá sonrió al verlas y les dijo a sus hijos:"Estas hojas nos enseñarán algo muy importante sobre cómo enfrentar los problemas que surgen en nuestra familia". Tomás y Sofía estaban intrigados por lo que su mamá les había dicho. Querían saber qué significaba todo eso.
La madre explicó: "Cada color representa un problema distinto que podemos tener en nuestra vida familiar. La hoja verde simboliza los problemas pequeños o cotidianos; la amarilla representa los problemas más grandes o complicados; y la roja simboliza los problemas graves o difíciles de resolver".
Los niños escucharon atentamente mientras su mamá continuaba hablando: "Lo más importante es aprender a manejarlos adecuadamente para encontrar soluciones juntos como familia". Desde ese momento, cada vez que surgía algún problema en la familia, Tomás y Sofía recordaban las tres hojas.
Una tarde, cuando estaban preparando la cena, papá y mamá comenzaron a discutir por una diferencia de opiniones. Los niños se preocuparon al verlos enojados. Tomás recordó las hojas y decidió intervenir.
Les dijo: "Mamá, papá, recuerden que los problemas pequeños son como la hoja verde. Podemos resolverlos hablando con calma y escuchándonos mutuamente". Sofía también quiso ayudar y agregó: "Además, si trabajamos juntos podemos convertir un problema grande en uno más pequeño.
Como la hoja amarilla que se puede romper en pedazos". Los padres se miraron sorprendidos al escuchar a sus hijos hablar con tanta sabiduría. Se dieron cuenta de que estaban dejando que el problema los afectara más de lo necesario. "Tienen razón", dijo mamá con voz suave.
"Debemos aprender a comunicarnos mejor para encontrar soluciones juntos". Papá asintió y abrazó a mamá mientras le decía: "Gracias, mis valientes hijos, por recordarnos lo importante que es trabajar en equipo y no dejar que los problemas nos dividan".
Desde ese día, la familia aprendió a enfrentar los problemas de manera diferente. Aprendieron a dialogar, escucharse mutuamente y buscar soluciones juntos. Con el tiempo, las tres hojas se convirtieron en un símbolo de fortaleza para ellos.
Recordaban siempre cómo superaron aquellos momentos difíciles gracias al amor y apoyo incondicional que se tenían como familia.
Y así vivieron felices todos juntos bajo el mismo techo, sabiendo que cualquier problema podían enfrentarlo unidos como una gran familia llena de amor y comprensión.
FIN.