Las Hojas Mágicas de Invierno



Era un día frío de invierno en el pequeño pueblo de Valle Verde. Candelaria, una niña de siete años, se despertó con la nieve cubriendo todo como un manto blanco. A pesar del frío, estaba emocionada porque su mejor amiga, Luna, había prometido que juntas irían a recolectar hojas en el parque.

"¿Estás lista, Cande?", gritó Luna desde la puerta, con sus mejillas sonrojadas por el frío.

"¡Sí! ¡Vamos!", respondió Candelaria, abrigándose bien antes de salir.

Al llegar al parque, Candelaria miraba alrededor. Por un lado, las ramas de los árboles estaban desnudas, pero por el otro, las hojas secas de otoño aún yacían en el suelo, esperando ser recolectadas.

"Mirá cuántas hojas hay aquí", dijo Luna, saltando sobre un montón. "¡Parece que la primavera no se atreve a venir!"

Candelaria se rió y comenzó a juntar hojas de todos los colores: amarillas, marrones y rojas.

"¿Sabías que cada hoja tiene una historia?", comentó Luna.

"¿En serio?", preguntó Candelaria, intrigada.

"¡Sí! Algunas hojas han estado en los árboles desde que comenzamos la escuela, han visto tantas cosas... Algunas, incluso, han sido testigos de nuestros juegos en el patio. ¡Son como amigos silenciosos!"

Las dos amigas siguieron recogiendo hojas, cuando de repente Candelaria encontró algo brilloso entre las hojas.

"¡Mirá, Luna!", gritó Candelaria, sosteniendo una pequeña piedra de colores.

"¡Es preciosa!", exclamó Luna. "Tal vez es una piedra mágica. ¿Qué pasaría si la guardamos y pensamos en un deseo?"

Intrigadas con la idea, decidieron guardar la piedra en el bolsillo de Candelaria. Mientras continuaban recogiendo, empezaron a imaginar qué deseo pedirían.

"Yo deseo que vuelva la primavera y que podamos jugar al aire libre todo el día", dijo Luna.

"Yo deseo hacer un collage gigante con nuestras hojas y que todos en la escuela lo vean", agregó Candelaria.

De repente, un fuerte viento sopló, y muchas hojas se elevaron por el aire, creando un hermoso torbellino de colores. Las niñas se miraron asombradas.

"¡Qué hermoso!", gritó Candelaria, mientras intentaba alcanzar las hojas que danzaban a su alrededor.

"¡Es como si la naturaleza estuviera respondiendo a nuestro deseo!", respondió Luna, riendo.

Pero de pronto, la piedra mágica comenzó a brillar aún más intensamente y, como si tuviera vida propia, se escapó del bolsillo de Candelaria y rodó hacia un pequeño claro del parque.

"¡Espera!", gritó Candelaria, y juntas corrieron tras la piedra. Al llegar al claro, encontraron un círculo de hojas brillantes.

"¿Qué es este lugar?", preguntó Candelaria, con los ojos abiertos de par en par.

"No lo sé, pero parece un sitio secreto…", respondía Luna.

En el centro del círculo, la piedra mágica parecía brillar más que nunca, y, de repente, pequeñas luces comenzaron a danzar a su alrededor. Era un espectáculo maravilloso. Las amigas comenzaron a danzar junto a las luces, riendo y saltando, olvidando el frío del invierno.

"¡Esto es increíble!", decía Candelaria.

Entonces, la piedra vibró y las luces se unieron en un solo destello que formó una hermosa figura en el aire. Era un gran árbol de primavera, lleno de flores y hojas verdes.

"¿Qué...?", murmulló Luna, sorprendida.

"Creo que la piedra nos está mostrando que la primavera también puede llegar en invierno si tenemos fe y alegría", dijo Candelaria, aún maravillada.

De repente, se dieron cuenta de que todo el círculo de hojas había cambiado. Ahora, en vez de hojas secas, brotaban verdes y frescas. Al observarlo, entendieron que la primavera no solo era una estación, sino también un estado de ánimo que podían cultivar.

"Prometamos siempre cuidar de nuestro planeta y recordar que la alegría puede traer cambios", sugirió Luna.

"¡Sí! Vamos a hacer nuestro collage y mostrarle a todos que cada estación tiene su magia!", exclamó Candelaria, visiblemente emocionada.

Regresaron a casa, llevando consigo las hojas recolectadas y la lección de que, con un poco de amistad y alegría, siempre se puede encontrar la magia en los días más fríos.

FIN.

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