Las Hojas Mágicas de Pedro
Era una hermosa mañana de otoño en Buenos Aires. Pedro, un joven ingeniero, salía de su casa con su mochila al hombro y una taza de café humeante en la otra mano. Mientras caminaba hacia la oficina, el crujir de las hojas secas bajo sus pies lo llenaba de alegría. No podía resistirse a jugar con ellas, así que, con cada paso, saltaba para pisarlas y escucharlas romperse.
- ¡Mirá cómo vuelan las hojas cuando las piso! - decía Pedro, riendo para sí mismo.
Mientras tanto, su amigo Juan, que pasaba por la calle, lo vio y se acercó.
- Pedro, siempre con tu espíritu juguetón - comentó Juan, sonriendo. - No parece que te estés apurando para ir a trabajar.
- ¿Por qué apurarse? Hay tanto que disfrutar en el camino - respondió Pedro, con un brillo en sus ojos, mientras recogía una hoja en forma de estrella.
- Pero, ¿y qué pasa si llegás tarde? - preguntó Juan.
- La puntualidad es importante, pero también lo es disfrutar de las pequeñas cosas. ¡Mirá cuántas hojas hay! - Pedro levantó su mano, mostrando la hoja.
Juan rió y se despidió, dejando a Pedro continuar su camino. Entonces, mientras Pedro se sumergía en su juego, sintió un susurro.
- ¿Pedro? - Sonaba como si las hojas estuvieran hablando.
- ¿Quién dijo eso? - se vio sorprendido, mirando a su alrededor, pero no había nadie.
Fue entonces cuando, al pisar una hoja particularmente crujiente, se escuchó un eco.
- ¡Eres tú, querido amigo! Te hemos estado esperando - dijo la hoja, volando de un lado a otro.
- ¿Es una broma? ¿Las hojas hablan? - Pedro se rió, pero muy en el fondo sentía algo especial.
- No, no es broma. Somos las Hojas Mágicas de Otoño. Y hoy tenemos una misión para vos - dijo otra hoja que parecía más grande.
- ¿Yo? ¿Qué puedo hacer? Solo camino hacia la oficina... - se sorprendió Pedro.
- La oficina puede esperar. Los niños del barrio necesitan tu ayuda. Se han perdido en el bosque cercano mientras jugaban - explicó la hoja.
Pedro miró hacia el horizonte, sintiendo una mezcla de emoción y responsabilidad.
- ¡Vamos! - dijo Pedro decidido. - Tengo que ayudar a esos niños.
Corrió hacia el bosque, acompañado por las hojas que volaban a su alrededor, guiándolo. Cuando llegó al parque, oyó risas y juegos, pero no vio a los niños.
- ¡Hola! ¿Dónde están? - gritó Pedro, asombrado.
Una pequeña nube de hojas se arremolinó a su alrededor, y de repente, surgieron varios niños de entre los árboles.
- ¡Ayuda! - gritaron al unísono. - Nos perdimos jugando.
- No se preocupen, los llevaré de vuelta - finalmente, las Hojas Mágicas lo guiaron hacia una zona descubierta donde todos pudieron estar juntos.
Pedro sonrió al ver a los niños alegres y llenos de energía.
- ¿Quieren jugar a buscar hojas? - propuso, recordando cómo había llegado hasta allí.
Los niños asintieron emocionados, y juntos comenzaron a recoger hojas de diferentes colores, conversando sobre sus formas y tamaños.
Cada hoja que encontraban les contaba sus secretos y hacían reír a todos.
- ¡Esta es una hoja que tiene forma de corazón! - exclamó una niña.
- ¡Y esta parece un pez! - dijo un niño con entusiasmo.
Pasaron horas jugando, y, aunque Pedro sabía que debía regresar a su oficina, se dio cuenta de que había ganado algo más valioso que tiempo - había hecho nuevos amigos y había disfrutado un día increíble.
Finalmente, las Hojas Mágicas murmuraron a Pedro, "Es hora de regresar a tus tareas. Pero recuerda, nunca olvides la magia de jugar y conectar con los demás."
- ¡Lo prometo! - respondió Pedro, despidiéndose de los niños con una sonrisa. - A veces las cosas más importantes no están en la oficina, sino en los momentos que compartimos con otros.
Regresó feliz a su trabajo, sabiendo que el día había sido especial. Al pisar esas hojas secas en su camino, nunca volvió a verlas de la misma manera, pues con cada paso recordaba la magia de la conexión y la diversión.
Y así, Pedro aprendió que los mejores momentos eran aquellos que no estaban planeados, sino que se encontraban en las pequeñas cosas de la vida, como un simple paseo entre las hojas de otoño.
FIN.