Las Hormigas Laboriosas



Había una vez un jardín hermoso y colorido, lleno de flores de todos los tamaños y colores. En ese jardín vivían muchas hormigas trabajadoras que se encargaban de mantenerlo limpio y ordenado.

Las hormigas llevaban a cabo sus tareas diarias con mucho entusiasmo y dedicación. Cada una tenía su función: unas recolectaban alimentos, otras construían caminos para facilitar el acceso a las flores, y algunas se encargaban de cuidar los huevos.

Un día, mientras las hormigas cumplían con sus labores, apareció una nueva flor en el jardín. Era diferente a todas las demás; sus pétalos eran grandes y brillantes, de un llamativo color naranja. Esta flor era conocida como —"Flora" .

Las hormigas quedaron maravilladas por la belleza de Flora y decidieron acercarse para conocerla mejor. - ¡Wow! ¡Qué hermosa eres! -exclamó Anita, la líder del grupo-. ¿Cómo te llamas? - Soy Flora -respondió la flor con dulzura-.

Me mudé aquí hace poco tiempo y me alegra haber encontrado un lugar tan acogedor como este jardín. A partir de ese momento, Flora se convirtió en la atracción principal del jardín. Todas las hormigas querían pasar tiempo con ella y admirar su belleza.

Sin embargo, conforme pasaba el tiempo, las hormigas empezaron a descuidar sus responsabilidades en el jardín. Se olvidaron de recolectar alimentos e incluso dejaron abandonados los caminos que habían construido con tanto esfuerzo.

El jardín comenzó a desordenarse y las flores se marchitaban. Flora, al darse cuenta de la situación, decidió hablar con las hormigas. - Queridas amigas hormigas, entiendo que les guste pasar tiempo conmigo y admirar mi belleza, pero no podemos descuidar nuestras responsabilidades en el jardín.

Es importante que cada una cumpla con su trabajo para mantenerlo hermoso. Las hormigas reflexionaron sobre las palabras de Flora y se dieron cuenta de que habían estado actuando de forma egoísta.

Decidieron retomar sus tareas y trabajar juntas para recuperar la belleza del jardín. Poco a poco, el jardín volvió a estar ordenado y lleno de vida. Las hormigas recolectaban alimentos sin descanso y construían caminos eficientes para llegar a todas las flores.

Flora estaba feliz al ver cómo todas trabajaban en equipo para cuidar del lugar donde vivían. Desde aquel día, las hormigas aprendieron la importancia del equilibrio entre el disfrute personal y cumplir con sus responsabilidades.

Y Flora comprendió que su belleza era aún más especial cuando compartía su espacio con otras flores radiantes. Así fue como el jardín volvió a ser un lugar maravilloso gracias al esfuerzo conjunto de las hormigas y la encantadora flor llamada Flora.

Y desde entonces, todos los habitantes del jardín aprendieron a valorarse mutuamente y trabajar en armonía para mantenerlo siempre hermoso.

FIN.

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