Las hormigas solidarias


Había una vez un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores y tamaños. Este jardín era el hogar de muchas criaturas, pero las más trabajadoras eran las hormigas.

Las hormigas vivían en un pequeño hormiguero cerca del jardín. Todos los días salían en busca de comida para alimentarse y también para llevar a su hogar. Pero había algo que siempre les llamaba la atención: las hermosas flores del jardín.

Un día, mientras exploraban el jardín, algunas hormigas encontraron una flor marchita y triste. Se acercaron a ella y notaron que estaba débil porque no tenía suficiente agua ni luz solar. Una de las hormigas más valientes, llamada Anita, decidió ayudar a la flor.

Ella reunió a todas sus amigas y les dijo: "¡Tenemos que salvar esta flor! Si trabajamos juntas, podemos hacerlo". Y así fue como todas las hormigas se pusieron manos a la obra.

Algunas trajeron gotitas de agua con sus mandíbulas mientras otras removían tierra para darle más espacio a las raíces de la planta. También buscaron una nueva ubicación donde pudiera recibir más luz solar.

Poco a poco, la flor comenzó a recuperarse gracias al esfuerzo conjunto de las hormigas. Sus pétalos volvieron a tener color y su tallo se volvió fuerte nuevamente. El resto del jardín observaba asombrado cómo estas pequeñas criaturas lograban transformar una flor marchita en una llena de vida otra vez.

Un día, llegó un jardinero al jardín. Se llamaba Don Miguel y era un experto en plantas. Quedó impresionado al ver la flor que había sido salvada por las hormigas.

Don Miguel se acercó a Anita y le dijo: "¡Bravo, pequeña hormiga! Has demostrado que el trabajo en equipo puede lograr cosas increíbles. Gracias a ti y a tus amigas, esta flor ha vuelto a florecer". Anita sonrió orgullosa y respondió: "No es nada, don Miguel.

Solo hicimos lo que debíamos hacer para ayudar a una amiga en apuros". Don Miguel decidió recompensar el esfuerzo de las hormigas colocando una placa conmemorativa junto a la flor para recordar siempre su valentía y solidaridad.

Desde aquel día, todas las criaturas del jardín aprendieron una gran lección: cuando trabajamos juntos y nos preocupamos por los demás, podemos lograr cosas maravillosas.

Las hormigas siguieron siendo admiradas por todos los habitantes del jardín, pero nunca dejaron que eso les subiera a la cabeza. Seguían trabajando duro cada día para mantener el jardín hermoso y lleno de vida.

Y así fue como el jardín se convirtió en un lugar especial donde todas las criaturas vivían en armonía gracias al ejemplo de solidaridad de unas pequeñas hormigas.

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