Las Hormigas Valientes del Bosque Fondazo



En un bosque antiguo y frondoso, donde los árboles eran tan altos que casi tocaban el cielo, vivía una pequeña familia de hormigas. Los padres, dos hormigas trabajadoras y siempre alegres, cuidaban con mucho amor de sus dos hijas: Cielo, la mayor, y Celes, la más pequeña. Cielo era valiente y siempre estaba dispuesta a explorar, mientras que Celes era curiosa y un poco más tímida, pero llena de sueños.

Un día, mientras jugaban en la entrada de su hormiguero, Cielo dijo entusiasmada:

- ¡Celes! ¿Te gustaría acompañarme a explorar más allá del claro? Ayer escuché a las abejas hablar de un pasto mágico donde crecen flores de mil colores.

Celes, sintiendo un poco de miedo, respondió:

- No sé, Cielo... ¿Y si nos perdemos?

Pero la emoción de Cielo era contagiosa. Así que, tras unos minutos pensándolo, Celes decidió que podría ser una gran aventura.

- ¡Está bien! ¡Vamos! Pero debemos tener cuidado.

Las dos hermanas se adentraron en el bosque. Mientras caminaban, escucharon el canto de las aves y sintieron el suave murmullo del viento en las hojas. Pero al poco rato, se dieron cuenta de que se habían alejado demasiado de su hogar.

- Cielo, creo que hemos ido muy lejos...

Cielo, sin inmutarse, dijo:

- No te preocupes, Celes. ¡Esto es parte de la aventura! Confiemos en que encontraremos el camino de vuelta.

Sin embargo, una oscura nube cubrió el sol y empezó a llover. Las hermanas buscaron refugio bajo una hoja gigante, pero el agua cayó con fuerza, y pronto el suelo se volvió un lodo resbaladizo. De repente, Celes tropezó y cayó, llenándose de barro.

- ¡Celes! - gritó Cielo, corriendo hacia ella - ¿Estás bien?

- Estoy bien, pero me siento tan...

- Sucia y asustada. Te entiendo, hermanita. ¡Pero mira! - dijo Cielo mientras sonreía - A pesar del barro, eres igual de hermosa. Lo importante es que nos tenemos la una a la otra.

Las dos hermanas empezaron a reírse a pesar de la situación. Con un poco de esfuerzo, se levantaron y decidieron buscar una manera de regresar a casa. De repente, escucharon un zumbido.

- ¿Qué es eso? - preguntó Celes, temblando de emoción y miedo.

- Es un grupo de abejas. Tal vez podamos pedirles ayuda. - respondió Cielo.

Al acercarse, las abejas notaron que las hormigas estaban perdidas.

- ¡Hola, pequeñas hormigas! - dijo una abeja con una voz dulce - ¿Pueden ayudarnos a recolectar néctar? Y a cambio, las llevaremos de regreso a su hormiguero.

Cielo, siempre aventurera, se llenó de emoción:

- ¡Sí! ¡Lo haremos! Pero... ¿cómo se recolecta el néctar?

La abeja explicó:

- Es fácil, seguimos el olor de las flores. Vamos, un poco de trabajo en equipo nos llevará a casa.

Cielo y Celes comenzaron a ayudar a las abejas. Cruzaron el bosque, aprendiendo nuevas cosas y trabajando juntas, mientras el miedo se iba desvaneciendo.

Finalmente, después de recolectar néctar, las abejas cumplieron su promesa y las llevaron de vuelta al hormiguero.

- ¡Gracias! - exclamó Celes, emocionada al regresar a casa, y se sintió muy orgullosa por haber enfrentado sus miedos.

- ¡Eso fue increíble! - dijo Cielo, con un brillo en sus ojos. - No solo descubrimos cosas nuevas, sino que también hicimos nuevos amigos.

El papá de las hormigas las estaba esperando con gran preocupación, pero al verlas llegar a salvo, se llenó de alegría:

- ¡Hijitas! ¡Qué felicidad verlas de regreso! - y abrazó a ambas con cariño.

Y así, tras esa gran aventura, Cielo y Celes aprendieron que aunque a veces el miedo nos pueda detener, el amor y la valentía pueden llevarnos a lugares mágicos. Desde ese día, las dos hermanas se convirtieron en inseparables amigas de las abejas y seguían explorando el bosque, siempre sabiendo que, juntas, podían enfrentar cualquier desafío.

Cada vez que una lluvia oscura amenazaba su hogar, Cielo tomaba la mano de Celes y le decía:

- ¡Vamos a hacer que sea otra gran aventura!

Y con sus risas resonando entre los árboles, el bosque Fondazo se llenaba de su valentía y cariño.

FIN.

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