Las Huellas de Lola


Había una vez un niño llamado Tomás, que tenía 4 años y vivía en un pequeño pueblo de Argentina. Tomás era muy feliz junto a su abuela Lola, quien era su pilar fundamental en la vida.

Juntos compartían aventuras, risas y momentos inolvidables. Un día, sin embargo, algo triste ocurrió: la abuela Lola falleció. Tomás no entendía bien qué significaba eso, pero sabía que ya no podría verla ni jugar con ella como solían hacerlo.

El niño se sentía muy triste y perdido sin su abuela. Los días pasaron y Tomás comenzó a extrañar cada vez más a Lola.

Una tarde, mientras caminaba por el parque donde solían jugar juntos, vio una mariposa posada en una flor. La mariposa era tan hermosa que parecía bailar al compás del viento. Tomás se acercó lentamente y susurró: "Abuela Lola, si estás aquí conmigo, haz que la mariposa vuele hacia mí".

Para sorpresa del niño, la mariposa desplegó sus alas y voló directamente hacia él. Desde ese momento, cada vez que Tomás necesitaba sentir cerca a su abuela Lola, buscaba las mariposas en el parque. Siempre encontraba una volando cerca de él.

Un día de otoño mientras jugaba con sus amigos en el parque, sintió un fuerte viento soplar entre los árboles. De repente apareció una ráfaga de hojas secas que giraban alrededor de él formando un remolino mágico.

Tomás rió emocionado y dijo: "Abuela Lola, si estás aquí conmigo, haz que el remolino de hojas se convierta en un juego divertido". En ese instante, las hojas dejaron de girar y se formó un camino de hojas secas para saltar.

Tomás y sus amigos comenzaron a saltar y reír mientras las hojas crujían bajo sus pies. El niño sabía que su abuela estaba allí con él, haciendo que ese momento fuera especial.

Con el paso del tiempo, Tomás fue descubriendo más señales mágicas que le recordaban a su abuela Lola. Cuando veía una nube en forma de corazón o escuchaba una canción que solían bailar juntos, sentía la presencia amorosa de su querida abuela.

A medida que crecía, Tomás aprendió a recordar a su abuela no solo en las señales mágicas del parque, sino también en los momentos felices y valiosos que compartieron juntos.

Aprendió a honrarla manteniendo vivo su recuerdo y transmitiendo los valores y enseñanzas que ella le había dejado. Y así, Tomás comprendió que aunque su abuela Lola ya no estuviera físicamente presente, siempre viviría en su corazón.

Aprendió a valorar cada día como un regalo especial y a encontrar la alegría incluso en los momentos difíciles. Desde entonces, Tomás siguió creciendo rodeado del amor eterno de su abuela Lola. Cada vez que veía una mariposa o sentía el viento acariciando su rostro sabía que era un mensaje de amor desde el cielo.

Y así finaliza esta historia llena de magia y amor, que nos enseña que aunque perdamos a alguien querido, su amor y recuerdo siempre estarán presentes en nuestras vidas.

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