Las Huellas del Oso
Era un hermoso día de invierno y el sol brillaba en el cielo azul. Sofía y su familia habían decidido disfrutar de un día en la nieve. Cuando llegaron a la montaña, los copos de nieve cubrían todo, creando un paisaje mágico. Sofía estaba muy emocionada y no podía esperar para jugar con su hermano Julián y su mamá y papá.
"¡Mirá, qué hermoso!" - exclamó Sofía, apuntando al gran paisaje nevado.
"Vamos a hacer un muñeco de nieve primero" - sugirió Julián, y todos se pusieron manos a la obra.
Después de un rato de risas y juegos, Sofía, curiosa y aventurera, se apartó un poco de su familia. Mientras hacía una bola de nieve más grande, de repente, vio unas huellas extrañas en la nieve.
"¿Qué será esto?" - pensó Sofía, emocionada por la posibilidad de una nueva aventura.
Sin pensarlo dos veces, decidió seguir las huellas. Eran grandes y estaban claramente marcadas en la blanca nieve. Mientras avanzaba, el corazón le latía rápido; la idea de encontrar algo increíble la llenaba de alegría.
Pasó por encima de pequeños arbustos cubiertos de nieve y esquivó algunas piedras.
"¿A dónde llevarán estas huellas?" - murmuró Sofía, cada vez más lejos de su familia.
De pronto, miró hacia atrás y no vio a nadie.
"¡Oh no! ¿Dónde está mi familia?" - se alarmó. Sofía había ido demasiado lejos.
Se sentó en la nieve, un poco asustada. Recordó lo que su papá siempre le decía:
"Si te pierdes, no te alejes de donde estás y espera que te encuentren".
Sofía decidió que lo mejor era intentar volver. Miró a su alrededor y, aunque reconocía algunos lugares, no sabía exactamente qué dirección tomar. Entonces, se acordó de su mamá, quien siempre había dicho que convivir con la naturaleza era importante.
"Si los animales pueden encontrar su camino, yo también puedo hacerlo" - se dijo a sí misma. Sofía dejó de lado el miedo y comenzó a pensar en cómo podría encontrar el camino de regreso. Se acordó de las señales de la naturaleza: las ramas de los árboles y la dirección del viento.
Mientras caminaba, oyó un suave ruido entre las ramas. Sofía se asomó entre los arbustos y vio un pequeño ciervo que la miraba curioso.
"Hola, amigo" - le dijo Sofía, "¿Sabés dónde queda el camino a la cabaña?".
El ciervo la observó un rato, y luego se giró y pareció invitarla a seguirlo. Sofía decidió seguirlo, pensando que podía ser su aliado en esta aventura.
Después de un tiempo, el ciervo la llevó a un claro en el bosque. Desde allí, pudo ver un árbol muy grande. Recuerda que su familia lo había mencionado mientras jugaban. Así que siguiendo su instinto, decidió dirigirse en dirección al árbol.
"¡Por ahí!" - gritó Sofía con emoción.
Siguió avanzando y finalmente, después de un corto rato, escuchó risas. Corrió en dirección a esos sonidos. Cuando llegó, encontró a su familia, que estaba preocupada por ella.
"Sofía!" - gritó su mamá, llevándose las manos al corazón. "¡Te estábamos buscando!"
"Perdón, me perdí siguiendo las huellas de un oso" - explicó Sofía, un poco fuera de aliento.
"¿De un oso?" - dijo Julián, con los ojos abiertos de par en par. "¿Estabas en peligro?"
"No, solo seguí al ciervo que me ayudó a encontrar el camino", respondió Sofía con una sonrisa.
La familia se abrazó, aliviada de que todo estuviera bien. Sofía aprendió que aunque la curiosidad es algo maravilloso, siempre es importante advertir a los demás antes de ir a explorar. Desde ese día, nunca dejó de disfrutar de la naturaleza, pero también cuidó de mantenerse cerca de su familia, porque compartir las aventuras es lo más divertido de todo.
"Fue una aventura emocionante" - reflexionó Sofía.
Y así, después de un día lleno de juegos y risas, Sofía y su familia regresaron a casa, contentos de haber vivido una nueva experiencia, y con un gran cuento para contar.
Recio, y claro, Sofía aprendió que en toda aventura, la compañía de los seres queridos es lo más valioso.
FIN.