Las Huellas en la Arena



Un día soleado, un bebé llamado Lucas paseaba por la playa, dejando pequeñas huellas en la arena suave. Se detuvo por un momento a escuchar el murmullo de las olas y a sentir la brisa en su carita. Cuando miró hacia atrás, vio sus huellas y se preguntó:

- ¿Por qué algunas veces hay más huellas que otras?

Entonces, comenzó a recordar momentos felices, como cuando su mamá le enseñaba a construir castillos de arena. Al evocar esas memorias, notó que a su lado había otras huellas, más grandes y suaves, que no pertenecían a nadie que pudiera ver.

- ¡Mira! -dijo Lucas emocionado- ¡Hay huellas de alguien que camina conmigo!

Pero a medida que siguió caminando, recordó también momentos tristes, como cuando una ola se llevó su tortuga de juguete. En esos recuerdos, sólo vio sus huellas solas en la arena.

- - ¿Por qué a veces estoy solo? -preguntó Lucas en voz baja, sintiendo una punzada de tristeza.

De repente, sintió unos brazos cálidos rodeándolo. Era su mamá.

- - ¿Qué te sucede, mi amor? -le preguntó ella, con una voz suave como el canto de las aves.

Lucas miró la arena y le explicó:

- - Cuando pienso en cosas tristes, sólo veo mis huellas. Creo que estoy solo.

La mamá sonrió y le dijo:

- - Lucas, cuando tienes emociones tristes, yo estoy aquí contigo, aunque no siempre puedas verme. A veces, el amor se siente como una abrazo invisible que te acompaña donde quieras que vayas.

Lucas la miró, sintiéndose un poco más aliviado. Pero aún tenía dudas.

- - ¿De verdad? ¿Y si no estoy feliz?

Su mamá lo levantó del suelo, haciendo que Lucas se sintiera volar.

- - ¿Ves? Ahora eres más que huellas en la arena, eres parte de mi abrazo. Cuando te sientes triste, recuerda que siempre estoy aquí, y juntos podemos hacer que esas huellas se mezclen con las de las emociones felices.

Lucas sonrió, sintiéndose con más fuerzas. Juntos, decidieron jugar en la playa, construyendo castillos y recolectando conchitas. Con cada risa y juego, nuevas huellas iban quedando en la arena.

Al terminar el día, al mirar la orilla, Lucas vio huellas entrelazadas, la suya y la de su mamá.

- - ¡Mira, mamá! ¡Hicimos huellas juntas!

- - ¡Sí, mi amor! Cada momento feliz y triste nos une y deja huellas en nuestro corazón. Nunca estás solo, siempre estamos juntos.

Lucas se sintió lleno de amor y alegría. Las huellas en la arena ya no le parecieron un símbolo de soledad, sino de conexión y cariño. Y así, aprendió que las emociones son parte de la vida, pero que con amor y compañía, siempre hay un abrazo que te sostiene.

Con esta nueva comprensión, Lucas caminó hacia el horizonte, sintiéndose pleno y acompañado.

FIN.

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