Las Huellas en la Arena
Era una hermosa mañana en la playa, y un pequeño bebé llamado Tobi comenzaba a dar sus primeros pasos sobre la brillante arena suave. El sol brillaba alto en el cielo, y el sonido de las olas le daba una sensación de alegría. Mientras caminaba, Tobi miró hacia abajo y se dio cuenta de que había huellas en la arena.
- ¡Mirá, mami! - exclamó Tobi con una sonrisa mientras señalaba las pequeñas marcas que dejaba sus pies.
Su mami sonrió y le dijo: - ¡Sí, cariño! ¡Son tus huellitas!
Pero, al avanzar, Tobi notó algo curioso: al lado de sus huellas había una más grande, como si alguien invisible lo estuviera acompañando.
- ¿Quién es esa persona? - preguntó Tobi, con su mirada llena de curiosidad.
- Puede ser un amigo especial que siempre está contigo, incluso si no lo ves - respondió su mami, acariciando su cabecita.
Esa tarde, mientras jugaba en la arena, Tobi sintió un pequeño revuelo en su corazón. Se encontraba un poco triste porque había perdido su juguete favorito. Miró a su alrededor, pero no vio las huellas grandes. Solo las suyas.
- ¡Oh, no! Ahora estoy solo - suspiró Tobi.
Pero justo en ese momento, su mami se acercó y lo tomó en brazos, abrazándolo con fuerza.
- No estás solo, Tobi. Siempre estoy aquí para ti - le dijo con dulzura.
Tobi sintió un calor en su pecho que lo llenó de amor. Pero entonces, se preguntó: - ¿Por qué cuando estoy triste no veo las huellas?
Su mami pensó un momento y le dijo: - A veces, cuando no nos sentimos bien, podemos pensar que estamos solos, pero eso no es cierto. Aunque no veas las huellas, siempre hay alguien que te cuida y te ama.
Con esa respuesta, Tobi comenzó a ver las cosas de otra manera. Se dio cuenta de que en los momentos difíciles, el amor de su mami lo rodeaba, incluso si no era visible.
Al día siguiente, cuando volvió a la playa, las olas le dieron la bienvenida. Tobi, después de haber aprendido sobre el amor, decidió jugar y explorar con la esperanza de ver nuevamente las huellas misteriosas.
Cuando se sintió alegre, vio las huellas grandes a su lado. Pero, esta vez, cuando se sintió un poco triste porque el sol se escondía detrás de las nubes, miró la arena y, aunque no había huellas, él sabía que su mami estaba allí.
- Mami, sé que nadie está invisible, porque el amor siempre se siente.
- ¡Así es, Tobi! - dijo su mami con una gran sonrisa. - En los momentos de tristeza, el amor es lo que nos sostiene, incluso si no lo vemos.
Desde ese día, Tobi aprendió que las emociones podían ser confusas, pero que siempre había alguien que lo amaba, ya sea visible o invisible, en cada paso que daba en la vida. Y cada vez que caminaba por la playa, se sentía acompañado, como si tuviera una mano en el corazón, guiándolo hacia adelante.
La playa se convirtió en su lugar favorito, no solo por la arena y las olas, sino también porque allí entendió que nunca estaba solo, aunque a veces no pudiera verlo.
FIN.