Las lágrimas de Qwerty



Había una vez un gato gris llamado Qwerty que vivía en una pequeña casa con su dueña, la señora Marta.

Qwerty era un gato muy especial, ya que cada vez que comía algo rico, se ponía a llorar de alegría. Un día, mientras Qwerty estaba durmiendo plácidamente en su almohadón favorito, la señora Marta entró en la habitación con una bandeja llena de deliciosos bocadillos. Al verla, Qwerty abrió los ojos como platos y comenzó a maullar emocionado.

"¡Miau! ¡Miau! ¿Es para mí? ¡Qué rico huele eso!" - dijo Qwerty mientras saltaba alrededor de la bandeja. La señora Marta sonrió y le dio uno de los bocadillos a Qwerty.

El gato lo olfateó por unos segundos antes de darle un mordisco. De repente, sus ojos se llenaron de lágrimas y comenzó a llorar como si hubiera ganado el premio mayor de la lotería.

"¡Miau! ¡Esto es tan delicioso que me hace llorar!" - exclamó Qwerty entre sollozos. La señora Marta no podía contener la risa ante el comportamiento tan peculiar de su gato.

Desde ese día en adelante, cada vez que cocinaba algo rico para ella misma o para sus amigos, hacía un poco más para compartir con Qwerty y verlo llorar de alegría. Pero un día todo cambió cuando la señora Marta enfermó gravemente y tuvo que ser hospitalizada.

Qwerty se sintió muy triste y solo en la casa vacía, sin su querida dueña. "Miau... ¿Dónde está mi mamá? La extraño mucho... " - sollozaba Qwerty mientras se acurrucaba en el almohadón de la señora Marta.

Pero entonces recordó algo que ella le había dicho una vez: "Qwerty, siempre debes estar agradecido por lo que tienes y no preocuparte por lo que no tienes.

"Con esa frase resonando en su cabeza, Qwerty decidió salir al mundo para encontrar algo delicioso que pudiera compartir con su querida dueña cuando regresara del hospital. Así comenzó su aventura. Caminó durante horas hasta llegar a un mercado lleno de frutas y verduras frescas.

Allí encontró unas manzanas rojas y jugosas, las cuales compró con sus propios recursos (un ratón muerto). Luego caminó un poco más hasta llegar a una panadería donde compró una baguette crujiente recién salida del horno. Con sus tesoros bajo el brazo, Qwerty regresó a casa para esperar a la señora Marta.

Cuando finalmente llegó del hospital, él corrió hacia ella con las manzanas y la baguette en la boca. "¡Miau! ¡Mamá! ¡Te traje algo rico!" - dijo emocionado mientras dejaba los alimentos sobre la mesa de la cocina.

La señora Marta sonrió al ver lo feliz que estaba su gato al compartir algo con ella. Juntos disfrutaron de las manzanas y la baguette, mientras Qwerty lloraba de alegría una vez más.

Desde ese día en adelante, Qwerty aprendió que la verdadera felicidad no se encuentra solo en los alimentos deliciosos, sino también en el amor y la compañía de las personas que más queremos. Y así vivieron felices para siempre, compartiendo momentos especiales juntos.

FIN.

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