Las Letras y el Coraje de Lila
Lila era una niña de siete años que vivía en un pequeño barrio lleno de colores y risas. Desde que tenía memoria, siempre le había fascinado ver a su mamá leer libros como si estuviera en un mágico viaje. Pero Lila creía que la lectura era un terreno prohibido para ella, porque nunca se había atrevido a intentarlo. Sin embargo, un día silencioso de primavera, decidió que quería aprender a leer.
Con mucho esfuerzo, y después de noches de práctica, Lila empezó a reconocer las letras de su abecedario. Un día, conectando cada letra a una palabra, se sintió una mini superheroína. En ese momento, mirando su primer libro de cuentos ilustrados, una chispa de emoción iluminó su rostro.
"Mamá, ¡mira! Estoy leyendo. ¡D-R-A-G-Ó-N! ¡Dragón!" exclamó Lila con una sonrisa radiante.
La madre, entusiasmada, la abrazó profundamente.
"¡Qué orgullo, mi amor! Las letras tienen mucho poder. Cada vez que las unes, le das vida a historias increíbles."
A medida que pasaban los días, Lila encontró un nuevo amigo: un viejo libro de cuentos de aventuras. Cada día alrededor de la tarde, se sentaba en la misma silla de la cocina y exploraba nuevos mundos llenos de dragones y valientes guerreras.
"¡Un barco volador! ¡Mamá, tengo que construir uno!" dijo mientras saltaba de alegría.
"Entonces, manos a la obra, pequeña ingeniera", respondió su mamá inspirando a Lila a hacer cosas nuevas.
Pasaron semanas y la habilidad de Lila para leer creció junto con su confianza. Ahora compartía historias en el colegio, y sus amigos estaban asombrados por sus lecturas. Sin embargo, un día, Lila se dio cuenta de un problema. En el aula, la profesora había anunciado una competencia de lectura, y Lila se sintió un nudo en la barriga.
"Me da miedo, no creo que sea suficiente buena para competir."
"Lila, siempre has sido increíble. Solo tienes que dar lo mejor de vos misma", le dijo su amiga, Sofía, alentándola a intentarlo.
Sin embargo, al día siguiente, el escenario de la competencia se volvió aún más desafiante. Lila se sentó en la fila, observando cómo sus compañeros leían con confianza, y comenzó a dudar de su propia capacidad. Las letras que una vez eran su amiga ahora parecían dejarla sola.
Cuando le llegó el turno, miró su libro. Las letras danzaban en la página y se hizo una preguntita en su interior: "¿Por qué será que ese dragón siempre vuela alto, mientras que yo me quedo aquí sentada?" En ese instante, recordó su primer día leyendo, y cómo había dejado de lado el miedo de su corazón y tomó el valor de enfrentar lo que creía que la limitaba.
"¡Voy a hacerlo!" se dijo, y como un trueno, comenzó a leer a voz alta.
Las palabras fluyeron como un río mientras su voz resonaba en el aula. Era como si cada letra le diera un empujón, y eso la hizo sentir libre. Lila se dio cuenta de que el verdadero desafío no era la competencia, sino las barreras que a veces ella misma se ponía.
Cuando terminó, el aula estalló en aplausos. Ya no importaba si había ganado o no, pues lo más importante era que había vencido sus propios miedos. Lila sonrió, brillando con orgullo
"¡Lo hice! ¡Gracias, dragón! Por ayudarme a volar alto!", exclamó al dragón de su cuento.
Esa tarde, regresó a casa con su madre, y compartió la noticia.
"¡Mamá, no tengo más miedo a las letras! He aprendido que las únicas barreras son las que yo me coloco."
"Así es, Lila. Eres dueña de tu propio destino. Nunca dejes que sean las dudas las que guíen tu camino."
Desde entonces, Lila siguió explorando el mundo de las letras, contándoles historias a sus amigos y alentando a otros a descubrir su magia. Con cada libro que leía, volaba un poco más alto, y cada vez que se sentía un poco insegura, sólo se recordaba: ¡Las barreras son ficticias, lo real es el coraje que hay dentro de cada uno!
Y así, Lila se convirtió en una valiente lectora y una soñadora incansable, siempre lista para enfrentar nuevos desafíos. Porque las letras, al final, siempre fueron su mejor amiga.
FIN.