Las mañanas con Benjamin
Era un hermoso día en el pequeño pueblo de Alegría, donde cada mañana los niños se despertaban animados para ir a la escuela. Pero había una particularidad que hacía a este pueblo aún más especial: Benjamin, el perro más querido y sabio de la comunidad, tenía la costumbre de recorrer las casas cada mañana antes de que los niños salieran para darlas buenos días y compartir momentos mágicos.
Una mañana soleada, mientras el sol iluminaba las calles con su calidez, Benjamin salió de su casita. Su cola moviéndose de un lado a otro mostraba su alegría. A su paso, iba saludando a todos.
"¡Buenos días, señora Marta!" - ladró Benjamin al pasar por la casa de la anciana del barrio.
"¡Buenos días, Benjamin!" - respondió ella con una sonrisa, mientras le daba un pedazo de galleta.
"¡Gracias! Esto va a ser un gran desayuno".
Continuando su camino, Benjamin se encontró con dos niños que se preparaban para ir a la escuela. Ellos eran Tomás y Sofía, quienes siempre estaban un poco ansiosos antes de un día escolar.
"¡Hola, Benjamin! ¿Nos vas a contar una historia hoy?" - preguntó Sofía emocionada.
"¡Por supuesto! Pero solo si se apuran... ¡Las historias mágicas no se pueden perder!" - replicó él con una sonrisa que mostraba su entusiasmo.
Entonces, mientras caminaban hacia la escuela, Benjamin comenzó a relatarles la historia de un pequeño árbol solitario en un bosque que anhelaba tener amigos.
"Había una vez un árbol que creía que su tamaño lo hacía diferente. Se sentía tan pequeño al lado de los imponentes robles y alisos..." - empezó Benjamin.
"¿Y qué pasó, Benjamin?" - interrumpió Tomás intrigado.
"El pequeño árbol deseaba tener amigos, pero no sabía cómo acercarse a los demás. Un día, durante una tormenta, él se dio cuenta de que su pequeño tamaño le permitía sobrevivir a los fuertes vientos, mientras que los grandes árboles no podían. Entonces, decidió ser fuerte y ayudar a sus amigos".
Mientras Benjamin contaba la historia, llegaron a la escuela, donde comenzaron las clases. Pero esa mañana sería diferente. Durante el almuerzo, los niños hablaban sobre la historia del árbol, reflexionando sobre la importancia de ser uno mismo y que, a veces, las diferencias pueden ser una gran fortaleza.
Al volver a casa, Sofía y Tomás decidieron hacer algo especial en honor al árbol solitario. Tuvieron una idea brillante: crear un mural en el parque con dibujos de su historia.
"¿Te imaginas cómo se vería?" - dijo Sofía emocionada.
"¡Podremos invitar a todos los amigos de la escuela!" - propuso Tomás, mientras sus ojos brillaban de alegría.
Al día siguiente, con la ayuda de Benjamin, lograron organizar una pequeña fiesta en el parque donde todos los niños del pueblo podían participar. Había pintura, colores y risas. Todos estaban entusiasmados creando su mural.
Pero justo cuando estaban por terminar, un grupo de chicos mayores se acercó a ver qué hacían. Al principio, se rieron de los dibujos y de lo que estaban creando.
"¿Por qué están pintando un árbol?" - se burló uno de ellos.
"Eso es una tontería" - agregó otro.
Los corazones de Sofía y Tomás se sintieron pesados. Era una situación difícil y, aunque sus ganas de llorar eran fuertes, recordaron las palabras de Benjamin sobre el árbol solitario.
Entonces se acercaron con valentía.
"Este árbol es muy especial. Nos enseña que ser diferente es una fortaleza. ¿No les gustaría unirse a nosotros y expresar lo que significa para ustedes la amistad?" - dijo Sofía, intentando con toda su fuerza que entendieran.
Los chicos mayores se miraron entre sí. Sorprendidos por la respuesta, comenzaron a replantearse lo que decían. Uno de ellos, llamado Lucas, finalmente aceptó:
"Bueno, no me gustaría quedarme afuera, tal vez yo también tenga algo que contar".
Al ver la apertura del grupo, Sofía y Tomás sonrieron. Pronto, la fiesta se convirtió en un momento de unión, donde todos compartieron sus historias, risas y pintaron juntos. Benjamin observaba con orgullo, sintiendo que su misión de ayudar a los niños había dado sus frutos.
Al final del día, el mural era un hermoso y colorido homenaje al pequeño árbol, lleno de sonrisas y palabras de amistad. Benjamin se sintió feliz al ver cómo sus amigos habían aprendido a enfrentar sus miedos y celebrar la diversidad.
"Siempre recuerden, ser diferente es lo que nos hace únicos y especiales" - les dijo Benjamin con una mirada llena de ternura.
Desde aquel día, cada mañana en el pueblo de Alegría fue una celebración de la amistad y las diferencias. Y todo gracias a Benjamin, el perro sabio que les mostró que la magia de la vida está en ser uno mismo y aceptar a los demás tal como son.
FIN.