Las manos mágicas de Benjamin


Érase una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, donde vivían muchos niños y niñas felices que iban a la escuela todos los días.

En esa escuela había un aula muy especial, llena de color y alegría, donde se encontraba el grupo de amigos más divertido y travieso. Pero entre ellos estaba Benjamin, un niño con mucho talento pero que tenía un problema: le pegaba a todos sus compañeros.

Esto causaba mucho dolor e incomodidad en el aula, por lo que la maestra decidió tomar cartas en el asunto. Un día, cuando Benjamin comenzó su rutina de golpes, la maestra decidió hacer algo diferente.

Se acercó al pequeño con una sonrisa amable y le dijo: "Benjamin, ¿sabes qué? Creo que tienes dentro tuyo un gran poder". El niño levantó la mirada sorprendido y preguntó: "¿En serio? ¿Qué poder tengo?". La maestra respondió: "Tienes el poder de cambiar las cosas.

Puedes usar tus manos para ayudar a otros en lugar de lastimarlos". Benjamin no entendía del todo lo que quería decirle la maestra, pero sintió curiosidad por descubrir más sobre ese supuesto poder.

Así que decidió prestar atención en clase y aprender todo lo posible. A medida que pasaban los días, Benjamin fue descubriendo nuevas formas de utilizar sus manos para hacer cosas maravillosas. Aprendió a dibujar hermosos paisajes y animales coloridos. Descubrió cómo construir torres enormes con bloques de colores brillantes.

Y también aprendió a tocar la guitarra y cantar hermosas canciones. Pero lo más importante de todo, Benjamin aprendió a usar sus manos para abrazar a sus compañeros en lugar de golpearlos.

Descubrió el valor del respeto y cómo tratar a los demás con gentileza. Un día, cuando Benjamin estaba tocando la guitarra en el patio de la escuela, todos los niños se acercaron a escucharlo.

La música llenaba el aire y las sonrisas iluminaban los rostros de todos. Uno de los compañeros que solía ser víctima de los golpes se acercó tímidamente a Benjamin y le dijo: "Eres increíble, Benjamin. Me alegra que ya no nos pegues". Benjamin sonrió y respondió: "Gracias, amigo.

Ahora sé que mis manos pueden hacer cosas maravillosas en lugar de lastimar". Desde ese día, Benjamin se convirtió en un ejemplo para todos.

Los niños comenzaron a seguir su ejemplo y descubrieron que también tenían poder dentro de ellos para hacer el bien. La maestra estaba orgullosa del progreso logrado por Benjamin y sus amigos. Juntos, crearon un lema para recordarles cada día la importancia del respeto: "Con nuestras manos podemos construir amistad, alegría y felicidad".

Y así fue como Villa Esperanza se convirtió en un lugar donde reinaba el respeto entre todos sus habitantes.

Gracias al poder transformador de las manos de Benjamin y la enseñanza valiosa que recibieron sus amigos, lograron cambiar su entorno para convertirlo en un lugar mejor. Y colorín colorado, esta historia ha terminado pero siempre debemos recordar que nuestras manos tienen el poder de hacer el bien y construir un mundo lleno de respeto y amor.

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