Las Manos Mágicas de Joaquín
En un jardín infantil lleno de risas y juegos, un niño llamado Joaquín se destacaba por su energía. Siempre corría, saltaba y exploraba cada rincón de su salón, haciendo amigos a su alrededor. Sin embargo, había algo en lo que Joaquín no prestaba atención: lavarse las manos.
Una mañana soleada, el maestro Pablo les había explicado a los niños la importancia de lavarse las manos.
"¡Recuerden chicos! Las manos son como saquitos mágicos que pueden traer cosas buenas o cosas no tan buenas. Si no se lavan bien, los microbios pueden hacer que se sientan mal", les había dicho mientras mostraba un juguete que representaba a un microbio.
"¡Yo no creo en microbios!" -exclamó Joaquín"Sólo son cosas de grandes".
Con ese pensamiento, Joaquín siguió jugando con sus amigos, ignorando las advertencias. Durante el día se lanzó por los toboganes, jugó con tierra y, sin darse cuenta, se pasaba la mano por la boca mientras reía.
A medida que avanzaba la jornada, Joaquín empezó a sentir un leve dolor en la barriga.
"¿Te sentís bien, Joaquín?" -le preguntó su amiga Sofía, preocupada.
"Sí, sí, es solo un poco de hambre" -respondió él, intentando no demostrar su malestar.
Pero a medida que el tiempo pasaba, el dolor fue creciendo. Joaquín decidió subir nuevamente al tobogán, pero al llegar a la cumbre, se detuvo.
"Estoy cansado, quizás deba descansar un poco".
De colado en su mente llegó la imagen del maestro Pablo diciendo que los microbios eran como pequeños monstruos que andaban en las manos sucias.
"Ahora que lo pienso... no me lavé las manos después de jugar con la tierra. ¿Y si esos microbios están haciendo fiesta en mi barriguita?" -pensó Joaquín, mientras se sentaba en un rincón del patio.
Sus amigos lo encontraron preocupado y se acercaron.
"¿Joaquín, estás bien?" -preguntó Lucas.
"No sé... tal vez los microbios me están haciendo daño..." -dijo Joaquín, apretándose el estómago.
"¡Pero podemos ayudarte!" -sugirió Sofía.
"¿Cómo?" -preguntó Joaquín, intrigado.
"Podemos ir a lavarnos las manos juntos. Así esos microbios no estarán más" -afirmó Lucas con entusiasmo.
Joaquín se sintió más aliviado al escuchar a sus amigos. Decidieron ir corriendo al lavabo. Al llegar, el maestro Pablo estaba allí, lavándose las manos.
"¡Perfecto! Vengan chicos, es hora de la guerra contra los microbios" -dijo con humor, mientras hacía espuma con el jabón.
Joaquín se unió a sus amigos, y todos comenzaron a lavarse las manos mientras reían.
"¡Es como hacer pompas de jabón!" -gritó Sofía mientras jugaba con el agua.
"¡Y también como bailar!" -agregó Lucas, moviendo las manos en el aire.
Joaquín, al ver lo divertido que era lavarse las manos, olvidó su dolor y se concentró en disfrutar con sus amigos.
"Miren, ¡nuestros microbios se están yendo!" -dijo entusiasmado.
"Exacto, ahora nuestros saquitos mágicos están limpios y listos para jugar de nuevo" -dijo el maestro Pablo mientras se secaba las manos.
Después de lavarse, Joaquín ya no sentía dolor. Se dio cuenta de que era muy importante cuidar de sí mismo.
"¡Nunca más! A partir de ahora, siempre me lavaré las manos después de jugar" -prometió Joaquín, decidido.
"¡Y yo también!" -gritaron sus amigos al unísono.
Desde ese día, Joaquín y sus amigos hicieron de lavarse las manos un juego divertido. Aprendieron que, aunque los microbios podían ser traviesos, estaban en sus manos el poder mantenerlos lejos de su barriguita.
Y así, Joaquín no solo se convirtió en un gran explorador, sino también en un defensor de la limpieza. Cuidaba de sus manos como si fueran un tesoro, y siempre recordaba que, con buenos hábitos, la diversión siempre podía continuar, libre de microbios!
FIN.