Las manos que son



Había una vez un niño llamado Juan que siempre se había sentido diferente a los demás niños de su edad.

Lo que más le preocupaba era el tamaño de sus manos, las cuales eran muy pequeñas en comparación con las de sus compañeros de la escuela. Un día, mientras caminaba por el bosque cercano a su casa, Juan encontró un duende mágico que estaba atrapado en una rama.

Al verlo, el duende le pidió ayuda y prometió recompensarlo con un deseo. Juan no lo podía creer, nunca había visto un duende antes y mucho menos uno mágico. Pero decidió ayudarlo y lo liberó de la rama. Agradecido, el duende le preguntó cuál era su deseo.

"Quiero tener manos grandes como las de mis amigos", dijo Juan sin pensarlo dos veces. El duende sonrió y agitando su varita mágica hizo aparecer una gran taza llena de líquido dorado.

"Este líquido te dará unas manos grandes y fuertes como nunca has imaginado", dijo el duende mientras entregaba la taza a Juan. Sin dudarlo, Juan tomó la taza y bebió todo su contenido.

En ese momento sintió un dolor intenso en todo su cuerpo hasta que finalmente cayó al suelo inconsciente. Cuando despertó, se dio cuenta que algo había cambiado en él. Mirando sus manos vio que eran enormes y fuertes como nunca antes las había tenido.

Emocionado comenzó a correr hacia casa para mostrarle a todos sus amigos lo grande que ahora eran sus manos. Pero al llegar a casa, se dio cuenta de que algo había salido mal.

Sus manos eran tan grandes que no podía hacer nada con ellas sin romper o dañar todo lo que tocaba. "¡Oh no! ¿Qué voy a hacer ahora?", pensó Juan desesperado. Fue entonces cuando recordó al duende mágico y decidió volver al bosque para pedirle ayuda.

Al encontrarlo nuevamente, el duende le preguntó qué había pasado y Juan le explicó su situación. El duende sonrió y agitando su varita mágica hizo aparecer otra taza llena de líquido dorado.

"Este líquido revertirá los efectos del anterior", dijo el duende mientras entregaba la taza a Juan. Sin dudarlo, Juan tomó la taza y bebió todo su contenido. En ese momento sintió un dolor intenso en todo su cuerpo hasta que finalmente cayó al suelo inconsciente.

Cuando despertó, se dio cuenta de que sus manos habían vuelto a ser pequeñas como antes. Pero esta vez estaba feliz porque había aprendido una gran lección: aunque todos somos diferentes, eso no nos hace menos valiosos ni menos capaces de lograr nuestras metas.

Desde ese día en adelante, Juan dejó atrás sus preocupaciones sobre el tamaño de sus manos y comenzó a enfocarse en lo más importante: ser feliz siendo él mismo.

Y así vivió aventuras increíbles junto con sus amigos mientras seguía explorando el bosque cercano a su casa.

FIN.

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