Las Manzanas Voladoras de la Casita en la Luna



En un claro de un bosque lleno de misterios y maravillas, había una pequeña casita de madera, ubicada justo al pie de una montaña. Era la vivienda de un duende llamado Lino. Lino no era un duende común; tenía un particular amor por las manzanas. Cada noche, se sentaba en su ventana a observar cómo la luna iluminaría su jardín lleno de manzanos.

Una noche, mientras contemplaba la luna llena, Lino soñó que podía volar. En su sueño, los manzanos dejaban caer frutos dorados que se convertían en pequeñas nubes. Estas nubes llevaban a los duendes a lugares maravillosos en el cielo, donde podían recoger las estrellas y jugar entre las constelaciones.

"¡Oh! ¿Por qué no puedo hacer eso en la realidad?" - suspiró Lino, decepcionado.

Al día siguiente, decidió que iba a hacer todo lo posible para volar. Comenzó a investigar distintos métodos de vuelo. Primero, probó atándose hojas de árbol a sus zapatos.

"¡Esto no funciona!" - exclamó Lino, mientras caía de cara en un montón de hojas secas.

Luego, intentó hacer un paracaídas con una sábana vieja.

"Espera, esto puede que funcione…" - dijo, mientras se subía a la punta de la montaña. Pero, al saltar, sólo terminó deslizado hacia abajo gritando "¡Ay, no! ¡No! ¡Era un error!"

Después de días de intentar sin éxito, estaba a punto de rendirse cuando escuchó una risa melodiosa.

"¿Quién está allí?" - preguntó Lino, curioso.

Una pequeña hada llamada Lila apareció entre los árboles, con alas de colores brillantes que brillaban al sol.

"Soy yo, Lila. He visto tus esfuerzos por volar, y no puedo evitar reírme. Pero tengo una idea" - dijo la hada con una sonrisa.

"¿Qué idea?" - preguntó Lino, intrigado.

"Vamos a combinar nuestras habilidades. Tú tienes manzanas y yo tengo magia. Juntas podemos crear un encantamiento que te ayudará a volar por los aires" - explicó Lila.

Lino se emocionó mucho, pero había un pequeño problema. Solo quedaba una manzana dorada en el árbol más alto de su jardín, el cual nunca había podido alcanzar.

"Si conseguimos esa manzana dorada, podré volar, pero… ¿cómo voy a llegar a ella?" - dijo Lino, con tristeza.

"No te preocupes, amiguito. Usaremos mis alas. ¡Vamos!" - dijo Lila, decidida.

Con un toque de su varita mágica, Lila llevó a Lino hasta la cima del árbol. Tras conseguir la manzana dorada, regresaron a la casita y comenzaron a preparar el encantamiento.

"Recita conmigo: 'Manzana de oro, que vuelas y giras, llévame al cielo donde la luna suspira'." - dijo Lila.

Al pronunciar las palabras mágicas y al morder la manzana dorada, Lino sintió una energía increíble que lo envolvía. En un parpadeo, ¡estaba volando! Comenzó a dar vueltas y a burlarse de las nubes. Era un sueño hecho realidad.

"¡Mirá, Lila! ¡Estoy volando!" - gritaba Lino de emoción.

"Sí, ¡y ahora serás el primer duende en recoger estrellas!" - respondió Lila, uniendo sus manos en un gesto de alegría.

Ambos empezaron a jugar en el cielo, recogiendo estrellas brillantes y dejando que su risa resonara por todo el bosque.

Esa noche, decidieron regresar a su casita de madera. Lino había aprendido una valiosa lección: a veces, trabajar en equipo y tus sueños más locos pueden hacerse realidad.

Desde entonces, cada noche que la luna estaba llena, Lino y Lila volaban juntos, recogiendo manzanas doradas y guardando estrellas. Y en su casita, contaban sus aventuras a todos los duendes, creando magia y amistad en su hogar.

Así que cuando veas a la luna brillando, recuerda que los sueños se pueden alcanzar, incluso si parecen imposibles. Solo necesitas un poco de magia, unas manzanas y, sobre todo, amigos que te ayuden a volar.

FIN.

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