Las Maquinitas de la Granja



En una granja colorida y llena de vida, había un grupo de máquinas trabajadoras que eran muy felices. Cada mañana, el sol dorado amanecía y encendía sus motores. Eran tres máquinas especiales: Tracto, la tractorcito verde; Moli, la cosechadora amarilla; y Riego, la manguera roja.

-Tracto, ¡estás listo para empezar el día! -gritó Moli.

-Sí, tengo muchas ganas de dar vueltas por el campo y ayudar a los jornaleros. -respondió Tracto moviendo su motor con entusiasmo.

Mientras el sol brillaba y los pájaros cantaban, cada máquina tenía su tarea. Tracto araba los campos y hacía surcos perfectos en la tierra, mientras que Moli recolectaba el maíz dorado que ya estaba listo para ser cosechado. Riego, por su parte, se ocupaba de mojar las tierras y asegurarse de que todo estuviera siempre bien hidratado.

-¡Es un día maravilloso! -dijo Riego, mientras lanzaba su agua fresca por los cultivos.

-¡Sí! Y cada vez que trabajo, siento que estoy ayudando a que crezcan cosas ricas. -exclamó Moli, llevando unas espigas de maíz a su tanque.

Así pasaban los días, felices y llenos de energía. Pero al caer el sol, algo mágico sucedía. Las máquinas apagaban sus motores y se acomodaban en el cobertizo.

-¡Es hora de descansar! -anunció Tracto, con un bostezo.

-¡Sí! Vamos a contar historias antes de dormir. -propuso Moli.

-Pero no podemos olvidar nuestro lema, chicas. -interrumpió Riego. -Trabajamos duro de día, y descansamos felices de noche.

Las máquinas compartían anécdotas sobre sus aventuras en la granja. Pero, a medida que el tiempo pasaba, un nuevo problema empezó a surgir. Un día, mientras estaban acostadas, una nube oscura cubrió la luna y generó una tormenta terrible.

-¡Rápido, debemos proteger los cultivos! -gritó Moli.

El viento soplaba fuerte y las máquinas sabían que no podían dejar solos a los pobres cultivos. Con el corazón palpitante, decidieron que era hora de levantarse, a pesar de que era de noche.

-Tracto, ¡arráncate! -dijo Riego, encendiendo su manguera.

-Moli, ¡debemos unir fuerzas! -exclamó Tracto, mientras comenzaba a moverse.

Las máquinas se lanzaron hacia el campo, luchando contra el viento y la lluvia. Juntos, formaron una barrera de tierra entre los cultivos y el agua que corría de manera descontrolada. Después de un esfuerzo masivo, lograron proteger el corn y las verduras.

Cuando la tormenta finalmente pasó, las máquinas miraron a su alrededor. Los cultivos estaban húmedos, pero a salvo, y el cielo empezaba a despejarse. Aliviadas, decidieron volver al cobertizo.

-¡Lo hicimos! -gritó Moli, mientras se secaba con su manguera.

-Y aunque habíamos prometido descansar, ayudamos a la granja. -dijo Tracto, con una gran sonrisa.

Sí, tal vez no siempre podrían descansar, pero lo cierto es que trabajar en equipo significa que juntos podían lograr todo. Ese día aprendieron que hay momentos en los que la felicidad no solo se encuentra en el descanso, sino también en ayudar a los demás.

FIN.

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