Las Maravillas de la Amistad
En un pequeño pueblo rodeado de montañas verdes y ríos cantarines, vivían tres amigos inseparables: Sofía, un espíritu curioso que soñaba con ser exploradora; Tomás, un apasionado de la historia que siempre tenía un dato interesante para compartir; y Luna, una artista que podía convertir cualquier cosa en hermosos dibujos.
Un día, mientras jugaban en el parque, Sofía dijo:
"¿Y si viajáramos por el mundo para ver las 7 maravillas del mundo antiguo?"
Tomás, emocionado, agregó:
"¡Sí! Siempre quise visitar la Gran Pirámide de Giza y el Jardín Colgante de Babilonia. Sería increíble."
Luna, con su cuaderno a mano, dijo:
"Podría dibujar todas las maravillas y documentar nuestra aventura. ¡Sería un gran proyecto!"
Después de un breve debate, decidieron investigar cómo podían llevar a cabo esta aventura. Sofía propuso utilizar su imaginación para viajar, mientras que Tomás se encargaría de contarles las historias detrás de cada maravilla. Así que, se sentaron en un círculo, cerraron los ojos y comenzaron a soñar.
"Primero, vamos a Egipto para ver la Gran Pirámide de Giza!" dijo Sofía emocionada.
Al abrir los ojos, se encontraron frente a la inmensa pirámide. Era más gigantesca de lo que habían imaginado.
"¡Miren!" gritó Tomás. "Esta pirámide fue construida hace más de 4500 años como tumba para los faraones."
Luna, mientras dibujaba, le dijo:
"Me pregunto qué secretos guardará en su interior."
De repente, un esfinge que paseaba por allí les dijo:
"Si quieren saber más, deberán resolver un acertijo. ¿Qué puede saltar y nunca tocar el suelo?"
Tomás pensó y luego respondió:
"¡La sonrisa!"
El esfinge sonrió y dijo:
"¡Bien hecho! Ahora pueden pasar y explorar."
Pudieron entrar a la pirámide y ver los jeroglíficos en las paredes, mientras Tomás les contaba historias sobre los faraones. Después de explorar, se despidieron y viajaron hacia la siguiente maravilla.
"Dediquémonos al Jardín Colgante de Babilonia, que se dice que es uno de los lugares más bellos del mundo!" sugirió Sofía.
Bajo sus ojos, los jardines florecieron, llenos de plantas y flores de colores.
"¡Es maravilloso!" exclamó Luna mientras capturaba la belleza con su lápiz.
Un anciano jardinero se acercó y dijo:
"Para que estos jardines florezcan, se necesita paciencia y amor. Cada planta tiene su propio tiempo para crecer."
Sofía, intrigada, preguntó:
"¿Cómo es que cuidás de tantas plantas?"
El jardinero sonrió y respondió:
"Como la amistad, a veces hay que esforzarse un poco, pero siempre vale la pena."
Con el corazón lleno de enseñanzas, decidieron seguir su viaje. Pasaron por el Templo de Artemisa, la Estatua de Zeus y el Coliseo, aprendiendo en cada uno de esos lugares algo nuevo.
Mientras exploraban, experimentaron un momento de dudas:
"¿Podremos llegar a todos los lugares sin perder la esperanza?" preguntó Sofía al observar un horizonte nublado.
"Claro que sí. Cada lugar tendrá su historia, y valdrá la pena." respondió Tomás, infundiéndoles ánimo.
Y así, a cada paso, dejaron su huella en cada maravilla, y las maravillas dejaron su huella en ellos.
Finalmente, después de visitar las 7 maravillas, se dieron cuenta de algo importante:
"Este viaje no solo nos mostró maravillas del mundo, sino que también nos acercó más como amigos." dijo Sofía.
Luna, guardando sus dibujos, dijo:
"Sí, y siempre tendremos las historias para compartir mientras sigamos soñando juntos."
Tomás sonrió y concluyó:
"La verdadera maravilla es la amistad que hemos cultivado. Y eso, amigos míos, no tiene comparación."
Los tres regresaron a su hogar, llenos de historias y aventuras, sabiendo que lo mejor de su viaje no eran solo las 7 maravillas, sino los lazos que habían fortalecido en el camino. Y así, cada vez que miraban al cielo estrellado, recordaban que la verdadera magia estaba en la amistad y el amor por descubrir el mundo.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.