Las Maravillosas Casas de los Insectos



Érase una vez en un jardín muy colorido, lleno de flores y árboles frutales, un pequeño grupo de insectos que vivían felices en sus casas. Estas casas no eran como las que conocemos, ya que cada insecto tenía su propio estilo y forma de vivienda.

Una mañana soleada, la mariquita Lola se despertó y decidió visitar a su amiga la abeja Beatriz. Lola vivía en una hoja de un rosal, donde había hecho un hermoso nido con pétalos y ramitas.

"¡Beatriz!" - gritó Lola, revoloteando hacia el panal. "¿Estás en casa?"

"¡Hola, Lola!" - respondió Beatriz, saliendo de entre las celdas hexagonales de su panal dorado. " ¡Qué lindo que viniste! ¿Quieres ver cómo hacemos la miel?"

"¡Sí!" - dijo Lola entusiasmada, sintiendo un poco de envidia del trabajo que hacían las abejas.

Mientras Beatriz le mostraba a Lola el proceso de hacer miel, se unió a ellas un grupo de hormigas, que venían arrastrando una gran hoja.

"¿Qué hacen?" - preguntó Lola intrigada.

"Llevamos esta hoja a nuestro hormiguero. Con ella alimentamos a nuestra reina y a las larvas. ¡Es una tarea muy importante!" - respondió una de las hormigas, llamada Ana.

"¿Y cómo es su casa?" - indagó Lola, con curiosidad.

"Es un lugar subterráneo muy amplio. Tenemos túneles, cámaras para los huevos y hasta un espacio para guardar comida. En cada habitación hay una función específica. ¡Es muy organizado!" - explicó Ana, llena de orgullo.

Lola, pensando en su hogar en la hoja, se dio cuenta de que su casa no necesitaba ser tan complicada. En cambio, apreciaba su sencillez. Después de un rato, decidió que quería conocer más sobre estos increíbles lugares.

"¿Puedo ir a ver su hormiguero?" - pidió Lola.

"¡Claro!" - dijo Ana, emocionada. "Dame un momento para pedir permiso a la reina."

Las hormigas rápidamente se reunieron para obtener la autorización. Mientras tanto, Beatriz le explicó a Lola cómo se organizaban en el panal.

"Nosotros tenemos diferentes tareas: algunas recolectan néctar, otras cuidan de las larvas, y otras nos quedamos a cuidar el hogar. Todos trabajamos en equipo para sobrevivir y ser felices."

Finalmente, las hormigas le dieron el sí a Lola, y todos juntos se dirigieron hacia el hormiguero. Una vez dentro, Lola quedó asombrada por lo que vio: túneles y caminos interconectados, decorados con semillas, hojas secas y pequeñas migas de pan.

"¡Es maravilloso!" - exclamó Lola mientras recorría el lugar.

"¡Pero eso no es todo!" - dijo Ana. "Hoy vamos a hacer una gran fiesta en el hormiguero. ¡Vamos a celebrar que encontramos un montón de comida!"

"¡Qué bien! Me encantaría quedarme para la fiesta!" - respondió Lola, emocionada.

Beatriz y Ana, al escuchar esto, se miraron con una sonrisa, y juntas organizaron el evento. Mientras se acercaba la noche, los insectos comenzaron a llegar, trayendo pequeñas ofrendas: granos de azúcar, gotas de néctar y mini frutas. La fiesta fue un éxito, lleno de canciones, risas y bailes.

Sin embargo, en medio de la celebración, una sombra oscura apareció. Era un bicho gigante que había estado al acecho.

"¡Socorro!" - gritaron los insectos, tratando de esconderse en el hormiguero.

Pero Ana, valiente y decidida, una vez más tomó las riendas.

"No tengan miedo. ¡Unámonos!" - dijo. "Si trabajamos juntos, podemos ahuyentarlo."

Lola no dudó y se lanzó junto a las hormigas. Juntas, comenzaron a hacer ruido y a volar por todos lados, complicándole el camino al bicho gigante y distrayéndolo. Después de unos minutos, el bicho se asustó y salió disparado dejando el lugar en paz.

"¡Lo conseguimos!" - gritó Beatriz, saltando de alegría. "¡Fue un trabajo en equipo!"

Todos celebraron su victoria, y Lola se sintió más conectada que nunca con sus nuevos amigos.

"Nunca imaginé que un día aprendería tanto sobre sus hogares y que podría vivir una aventura así. Cada casa tiene su propia belleza, ya sea en la hoja, en un panal o en un hormiguero."

Al caer la noche, Lola se despidió de sus amigos. Mientras regresaba a su tranquila hoja en el rosal, pensó que, aunque cada insecto tenía su propio hogar, lo más importante era la amistad y cómo trabajaron juntos para enfrentar el peligro.

Desde ese día, Lola visitaba a Beatriz y Ana regularmente, compartiendo historias y confidencias, demostrando que aunque vivan en casas distintas, todos pueden ser parte de una gran familia.

"¡Hasta prontito!" - decía Lola cada vez que se iba, sonriendo al pensar en sus amigos "¡No puedo esperar para nuestra próxima aventura!"

FIN.

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