Las Mariposas Amarillas de Macondo



En un pueblito inconfundible, rodeado de ríos azules y montañas verdes, se encontraba Macondo. Era un lugar lleno de magia y sorpresas, donde las flores siempre estaban en su máximo esplendor y los pájaros cantaban melodías que podían alegrar a cualquier corazón. Pero lo más asombroso de Macondo eran las mariposas amarillas, que aparecían para traer alegría y esperanza.

Una mañana soleada, dos amigos, Lía y Benja, decidieron explorar el bosque que rodeaba su casa. Entre risas y juegos, llegaron a un claro donde un brillo especial los hizo detenerse. Allí, cientos de mariposas amarillas danzaban en el aire.

"¡Mirá, Lía! ¡Son hermosas!" - exclamó Benja, señalando cómo las mariposas revoloteaban alrededor de ellos.

Lía sonrió, pero había algo en el aire que la hacía sentir curiosa. "¿Por qué vienen aquí, Benja?" - preguntó, mirando a su amigo.

"Dicen que las mariposas amarillas son portadoras de deseos," - respondió Benja, recordando lo que su abuela le había contado.

La idea emocionó a Lía. "¡Quiero pedir un deseo!" - dijo, cerrando los ojos y concentrándose. En ese momento, una mariposa amarilla se posó suavemente en su hombro.

"¡Mirá, Benja! Esta mariposa quiere escuchar mi deseo!" - Lía continuó muy entusiasmada.

"¿Qué vas a pedir?" - preguntó Benja, emocionado.

"Quiero que nuestro pueblo siempre esté lleno de risas y colores," - respondió Lía, abriendo los ojos y sonriendo.

Las mariposas comenzaron a girar alrededor de ellos, como si de verdad estuvieran celebrando el deseo. Con cada aleteo, un brillo amarillo iluminaba el claro, llenándolos de alegría. Pero de repente, una sombra oscureció el sol. Una nube negra apareció de la nada, y las mariposas amarillas comenzaron a desvanecerse.

"¡No! ¿Qué está pasando?" - gritó Benja, buscando refugio bajo un árbol.

"Es la nube negra, Benja. Debemos hacer algo antes de que se vayan todas las mariposas! ” - dijo Lía, muy preocupada.

Ambos amigos pensaron rápido y comenzaron a recoger flores del campo. "Las flores son su hogar. Si les llevamos flores, tal vez regresen!" - sugirió Benja, mientras las manos se llenaban de colores.

"¡Buena idea!" - exclamó Lía, recogiendo la mayor cantidad de flores que podían.

Con el corazón lleno de esperanza, lanzaron las flores al aire, creando un arco iris que atravesó el bosque. La nube negra empezó a disiparse, y lentamente, las mariposas amarillas regresaron, llenando el espacio con su mágica suavidad.

"¡Funcionó!" - gritaron juntos, danzando de alegría.

Las mariposas revolotearon alrededor de ellos, como si agradecieran el gesto. Entonces, una mariposa más grande se acercó y se posó sobre la cabeza de Lía.

"Agradecemos tu deseo y tu valentía. Recuerda, siempre que haya amor y amistad, el color nunca se irá de tu vida," - le susurró la mariposa.

Lía y Benja se miraron, maravillados por lo que acababan de vivir. "Prometamos cuidarnos y cuidar nuestro pueblo, para que nunca falten las risas y las flores" - propuso Lía.

"¡Prometido!" - contestó Benja, mientras se daban un abrazo. Desde aquel día, Macondo brilló más que nunca, con risas que resonaban en cada rincón y un cielo siempre lleno de mariposas amarillas.

FIN.

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