Las mariposas del jardín
Era un hermoso día en el jardín preescolar, donde niños y niñas jugaban felices en el patio. Sin embargo, no todo estaba en armonía. Entre Leo y Sofía, dos amigos de aventuras, había un pequeño problema. Leo estaba construyendo una torre de bloques, cuando Sofía sin querer, la desarmó al jugar demasiado cerca.
"¡Ay, Sofía! ¿Por qué hiciste eso?" - gritó Leo, mirando con frustración cómo sus bloques caían al suelo.
"No fue a propósito, Leo. Solo quería ayudar a construirla más alta. No te enojes" - respondió Sofía, con su voz temblorosa.
Las palabras de Sofía no parecieron calmar a Leo, quien decidió alejarse y jugar solo en la esquina del patio, dejando a Sofía triste. Justo en ese momento, apareció la maestra Romina, con su óptima energía y una sonrisa que iluminaba el lugar.
"¿Qué pasa, chicos? Parece que hay un malentendido" - dijo la maestra, al notar la tensión.
"Leo no me quiere hablar porque rompí su torre de bloques" - explicó Sofía.
"No es eso, es que la rompiste sin querer y no me dijiste disculpas" - replicó Leo, algo avergonzado.
La maestra Romina se agachó para quedar a la altura de los niños.
"Chicos, a veces en los juegos pasan cosas inesperadas. Lo importante es cómo reaccionamos. Existen muchas maneras de resolver un conflicto. ¿Qué les parece si hacemos un juego para aprender a ser mejores amigos?" - dijo la maestra con cariño.
Ambos niños se miraron sorprendidos, pero con una pequeña chispa de esperanza.
"¿Qué tipo de juego?" - preguntó Sofía.
"Vamos a crear un jardín de mariposas. Cada vez que uno de ustedes haga algo bueno por el otro, dibujaremos una mariposa en la pizarra. ¿Qué les parece?" - propuso la maestra mientras dibujaba una pequeña mariposa en la pizarra.
Leo y Sofía asintieron, intrigados.
"Pero ¿y si hacemos algo bueno ahora?" - preguntó Leo de pronto.
"Podrías ayudarme a recoger los bloques que se cayeron y yo te ayudaré a hacer una nueva torre más grande" - sugirió Sofía, sonriendo.
"¡Sí! ¡Me encantaría!" - dijo Leo, y juntos comenzaron a reunir los bloques esparcidos por el suelo.
Mientras trabajaban en equipo, rompiendo el hielo entre ellos, la maestra sonrió y dibujó la primera mariposa en la pizarra.
"¡Bravo! Ya tienen su primera mariposa. Recuerden que compartir y ayudar es clave para una buena amistad" - exclamó la maestra.
Siguieron jugando y ayudándose en otras actividades, como armar rompecabezas y organizar juegos. Con cada acto amable, la maestra Romina dibujaba más mariposas en la pizarra, que pronto se llenó de colores y alegría.
"Mirá, Sofía. ¡Hay tantas mariposas!" - dijo Leo emocionado.
"Sí, estamos convirtiendo nuestro jardín en un lugar especial. ¡Vamos a hacer más mariposas!" - respondió Sofía, llena de entusiasmo.
Pero, de repente, una ráfaga de viento sopló por el jardín y un grupo de mariposas de verdad comenzó a bailar entre los niños que reían y jugaban. Sofía y Leo se miraron asombrados, y sintieron que esas mariposas traían la magia de su nueva amistad.
"¡Son hermosas!" - exclamó Sofía, mientras extendía sus manos hacia las mariposas.
"¡Mirá cómo vuelan! Apuesto a que son amigas de nuestra mariposas dibujadas en la pizarra" - dijo Leo, riendo.
La maestra Romina los observó con ternura, viendo cómo las mariposas llenaban el aire con colores brillantes y cómo las risas de los dos amigos se entrelazaban.
"Recuerden, siempre pueden alcanzar a las mariposas de la amistad si trabajan juntos" - dijo la maestra, con una mirada profunda.
Desde ese día, Leo y Sofía nunca olvidaron la lección que aprendieron sobre la importancia de ser buenos amigos, compartiendo, ayudándose y creando un jardín lleno de mariposas, tanto en papel como en la vida real.
FIN.