Las Mariposas y la Flor de Cristal


Había una vez en un hermoso jardín, un grupo de mariposas que revoloteaban alegremente sobre las flores. Eran mariposas de colores brillantes y alas delicadas que parecían pintadas a mano por un artista muy talentoso.

Un día, el sol brillaba con más intensidad que nunca sobre el jardín, y las mariposas sentían cómo sus alas se calentaban más de lo habitual.

Al principio pensaron que era solo una sensación pasajera, pero pronto descubrieron que algo extraño estaba sucediendo: el calor del sol estaba dañando sus delicadas alas. - ¡Ay, mis alas están ardiendo! -exclamó Margarita, una mariposa amarilla y naranja con manchas negras en las alas. Las demás mariposas se miraron preocupadas.

Sabían que debían encontrar una solución rápida antes de que todas quedaran atrapadas por los efectos dañinos del sol. Fue entonces cuando apareció Matilde, la mariposa más sabia y anciana del jardín.

Tenía unas hermosas alas plateadas y siempre había sido conocida por su ingenio y astucia. - Escúchenme, queridas amigas -dijo Matilde con voz serena-, creo tener la solución para nuestro problema. Todas las mariposas se acercaron a escuchar atentamente lo que tenía para decirles.

- He oído hablar de una planta mágica llamada "flor de cristal" -continuó Matilde-. Se dice que sus pétalos son tan frescos como el rocío de la mañana y pueden proteger nuestras alas del ardiente sol.

Las mariposas se emocionaron al escuchar sobre la flor de cristal y decidieron emprender juntas la búsqueda de esta planta milagrosa. Volando alto y bajo, recorrieron cada rincón del jardín en busca de la flor perdida. Finalmente, después de mucho buscar, divisaron un destello brillante entre los arbustos.

Era la flor de cristal, con pétalos transparentes como el agua y un aroma dulce que inundaba el aire. - ¡Aquí está! ¡Hemos encontrado la flor mágica! -exclamó Margarita emocionada.

Una a una, cada mariposa posó sus delicadas patas sobre los pétalos frescos de la flor de cristal. Al instante sintieron cómo el calor desaparecía de sus alas y una sensación refrescante las envolvía por completo.

- ¡Qué alivio! ¡Nuestras alas están a salvo gracias a esta increíble flor! -dijeron todas al unísono mientras revoloteaban felices alrededor de su nuevo descubrimiento. Desde ese día, las maravillosas mariposas aprendieron a cuidar sus alas con precaución y sabiduría.

Cada vez que el sol brillaba con fuerza en el cielo, volaban hacia la flor de cristal para protegerse y mantenerse seguras mientras seguían llenando el jardín con su belleza colorida y alegría inagotable. Y así vivieron felices para siempre en armonía con la naturaleza que tanto amaban.

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