Las Medias Mágicas de Lola



Había una vez en un pequeño barrio argentino, una cocinera llamada Doña Rosa. Ella era conocida por preparar los platos más deliciosos de toda la ciudad y siempre llevaba unas medias muy coloridas.

Doña Rosa tenía una perrita traviesa llamada Lola. Era una cachorrita juguetona que le encantaba explorar y descubrir cosas nuevas. Pero había algo en particular que a Lola le fascinaba: las medias de su dueña.

Un día, mientras Doña Rosa se encontraba en la cocina preparando sus famosos platos, Lola decidió entrar sigilosamente en su habitación. Allí vio el cajón lleno de medias y no pudo resistirse a jugar con ellas.

Lola comenzó a morder y tirar de las medias, saltando alrededor como si estuviera jugando al escondite con ellas. Sin embargo, lo que ella no sabía era que estaba dejando un rastro de hilos por toda la casa.

Cuando Doña Rosa terminó de cocinar, salió de la cocina y se dio cuenta del desastre que había hecho Lola. Las medias estaban todas desordenadas y había hilos regados por todos lados. -¡Ay, Lola! ¿Qué has hecho? -exclamó Doña Rosa sorprendida-. Mis medias están todas desordenadas.

Lola miró a su dueña con ojos inocentes pero sin dejar de mover su cola felizmente. Sabía que había hecho algo malo pero no podía evitarlo; jugar con las medias era demasiado divertido para ella.

Doña Rosa decidió tomar acción y enseñarle a Lola que eso no estaba bien. Se acercó a ella y, en lugar de regañarla, le habló suavemente:-Lola, sé que te diviertes mucho jugando con mis medias, pero debes entender que son cosas mías y no es correcto destrozarlas.

¿Podrías dejar de hacerlo? Lola inclinó la cabeza como si estuviera pensando en lo que su dueña le había dicho. Aunque no entendía completamente las palabras de Doña Rosa, sí comprendió el tono cariñoso con el que le hablaba.

Desde ese día, Lola decidió cambiar su comportamiento. En lugar de jugar con las medias de Doña Rosa, buscaba otros juguetes divertidos para entretenerse.

Doña Rosa también se encargó de comprarle juguetes especiales para perros y así mantenerla entretenida. Con el tiempo, Lola aprendió a respetar las pertenencias de los demás y a encontrar otras formas de divertirse sin causar problemas. Ella se convirtió en una perrita más obediente y responsable.

Doña Rosa estaba orgullosa del cambio positivo en la actitud de Lola y ambas continuaron viviendo felices juntas en aquel pequeño barrio argentino.

Y así fue como una perrita traviesa aprendió una valiosa lección sobre respeto y responsabilidad gracias al amor y paciencia de su dueña cocinera del barrio más famosa.

FIN.

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