Las Montañas de la Abuela



En un pequeño pueblo al pie de grandes montañas, vivía una abuela llamada Emilia. Emilia era conocida por contar historias fascinantes a los niños del lugar sobre criaturas mágicas y aventuras en el bosque. Los niños la adoraban y siempre se acercaban a su casa al caer la tarde, esperando escuchar un nuevo relato.

Una noche de invierno, mientras la luna brillaba en lo alto, un grupo de niños llegó a la casa de la abuela. Estaban preocupados porque habían escuchado rumores de que algunas familias estaban abandonando el pueblo, buscando un lugar mejor para vivir.

"¿Por qué se van?" - preguntó Lucas, uno de los más pequeños.

"No lo sé, querido. La vida puede ser dura a veces, pero siempre es importante ser valiente" - respondió Emilia con dulzura.

Los otros niños miraban hacia abajo, preocupados por su futuro. Emilia decidió contarles una historia para animarlos.

"¿Alguna vez escucharon la leyenda de las Montañas Sabias?" - empezó ella.

"¿Montañas Sabias?" - preguntó Sofía, intrigada.

"Sí, cuentan que estas montañas pueden hablar. Aquellos que se sienten perdidos y buscan un nuevo camino pueden subir hasta su cima y escuchar consejos de las piedras antiguas" - explicó Emilia.

Los niños, emocionados, decidieron que al amanecer del siguiente día, subirían a las montañas para ver si la leyenda era cierta.

Aquella mañana, se armaron con gorros, bufandas y un poco de comida, y emprendieron su aventura. Al llegar a las faldas de la montaña, comenzaba a sonar el viento, como si murmullos de las montañas les dieran la bienvenida.

"¿Qué tal si hacemos una cadena y nos ayudamos entre todos?" - sugirió Tomás, el más aventurero del grupo.

Así, de la mano, comenzaron a escalar, animándose mutuamente. Cada vez que uno tropezaba, los demás lo sostenían. La montaña no era fácil, pero juntos avanzaron con determinación.

Mientras ascendían, se encontraron con una cueva. Decidieron entrar un momento para descansar.

"¿Creen que aquí podemos escuchar a las piedras?" - preguntó Ana, mirando a su alrededor.

"Tal vez, pero primero necesitamos crear nuestro propio consejo" - dijo Martin.

Se sentaron y empezaron a hablar de lo que les preocupaba, compartiendo sus miedos sobre el abandono de algunos, pero también sus sueños de un futuro donde todos estuvieran juntos.

"¿Y si hacemos algo especial para que se queden?" - propuso Sofía.

Fue entonces que una idea brillante brotó de su creatividad.

"¡Podemos organizar una gran fiesta en el pueblo!" - sugirió Lucas.

"¡Sí! Un evento donde invitamos a todos, contaremos historias, habrá juegos y música. Digamos que aquí, en este lugar, nos queremos y no vamos a dejar que nadie se sienta solo" - se animaron los demás.

Con renovada energía, los niños salieron de la cueva y continuaron su camino, hasta que finalmente llegaron a la cima de la montaña. El paisaje era impresionante, pero lo que más les importaba era que habían logrado llegar juntos.

Al mirar hacia el pueblo, sintieron una mezcla de felicidad y responsabilidad.

"Debemos volver y contar lo que hemos decidido" - dijo Tomás.

"¡Sí! Sabemos lo que tenemos que hacer" - agregaron con entusiasmo.

Al descender, cada niño estaba lleno de ideas para preparar la fiesta. Trabajaron duro durante semanas, organizando juegos, un espacio para historias y hasta una pequeña obra de teatro. La noche de la fiesta, el pueblo brillaba de alegría.

Cuando la gente llegó, la abuela Emilia se sintió orgullosa.

"Esto es lo que hace a nuestro pueblo tan especial, la unión y el amor" - les dijo?"Nunca dejen que el miedo los separe. Juntos siempre hay esperanza" - les recordó.

Esa noche, los niños aprendieron que aunque haya dificultades, siempre se puede encontrar una manera de ser fuertes y estar unidos. Las montañas no solo les habían dado un consejo, sino que también les habían enseñado sobre la amistad, la esperanza y el valor de mantenerse en el lugar que se ama, pese a los desafíos. Desde entonces, cada vez que alguien mencionaba irse, los niños recordaban la fiesta y se aseguraban de que cada voz en su comunidad fuera escuchada, cuidando de su hogar juntos.

"Las montañas son testigos de nuestra historia, ¡y juntos escribiremos muchas más!" - exclamó Emilia, mientras los niños reían y jugaban bajo el mismo cielo estrellado.

FIN.

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