Las Montañas de la Felicidad



Había una vez, en un mágico valle rodeado de montañas, dos amigos inseparables: una hada llamada Lila y un dragón llamado Rojo. Lila tenía unas alas brillantes que destellaban como estrellas, y Rojo era un dragón de escamas relucientes y ojos curiosos. Su lugar favorito para jugar era un claro en el bosque donde siempre compartían unos ricos mates que preparaban juntos.

Un día, mientras tomaban mate y contaban historias, Lila miró a las grandes montañas que se alzaban a su alrededor.

"Rojo, ¿te imaginas lo que habrá en la cima de esas montañas?" - preguntó Lila, con brillo en los ojos.

"Claro, ¡tal vez haya un tesoro o criaturas fantásticas!" - respondió Rojo, emocionado.

Ambos decidieron que debían aventurarse hacia la cima de la montaña más alta. Prepararon sus mochilas con provisiones, unos buenos termos de mate, y partieron. La subida fue complicada; había piedras sueltas y muchas ramas que sortear. Pero Lila decía:

"No te preocupes, Rojo, cada paso que damos nos acerca más a la cima. ¡Vamos!"

Con cada paso, Lila le explicaba a Rojo sobre matemáticas.

"Mirá, si contamos cuántos pasos hemos dado y cuántos nos faltan, podemos calcular qué tanto más necesitamos caminar. "

"¿Pero cómo hacemos eso?" - preguntó Rojo, inquieto.

"Si llevamos una cuenta de lo que hemos recorrido y de lo que nos queda, vamos a aprender a sumar y restar. ¡Matemáticas son divertidas!" - dijo Lila con una sonrisa.

Y así, mientras ascendían, contaban cada paso, sumaban y restaban. De pronto, encontraron una gran nube de niebla. Rojo dudó.

"No puedo ver nada, Lila. ¿Y si nos perdemos?"

"Sigamos juntos, yo puedo iluminar el camino con mis alas." - dijo Lila con confianza.

Al avanzar a través de la niebla, comenzaron a escuchar un extraño ruido. Cuando la niebla se disipó, se encontraron frente a una enorme puerta de piedra, custodiada por un gigante amistoso.

"Hola, pequeños aventureros. ¿Qué los trae por aquí?" - preguntó el gigante con una voz profunda.

"Queremos ver qué hay en la cima de la montaña y aprender sobre el mundo. ¿Nos dejas pasar?" - pidió Lila.

El gigante sonrió.

"Pueden pasar, pero deberán resolver un acertijo. En un matiz de mate, hay que sumar dos tazas y restar una ¿Cuántas quedan?"

Rojo se puso a pensar, mientras Lila contaba pensativamente con sus dedos. Tras unos segundos, un brillo de entendimiento iluminó su cara, y dijo:

"¡Queda una taza!"

El gigante se rió y les abrió la puerta. Al cruzar, se encontraron en un hermoso jardín lleno de flores, frutas y cosas maravillosas.

"¡Guau! Mirá todo esto, Lila. ¡Es increíble!" - exclamó Rojo.

"Este lugar es un secreto de la montaña, y de ahora en adelante, será nuestro lugar especial donde siempre podremos volver a aprender juntos y seguir explorando. ¡Podríamos compartir mates aquí una vez por semana!"

Decidieron que cada semana subirían a las montañas a seguir descubriendo nuevos secretos y a aprender nuevos conceptos matemáticos. Lila y Rojo se prometieron compartir sus descubrimientos con todos los niños del valle, para que ellos también pudieran disfrutar del aprendizaje y la amistad.

Y así, entre mates, risas y aventuras, Lila y Rojo aprendieron que no solo se necesitaba sumar y restar, sino también compartir y disfrutar de la felicidad que traía la amistad y la exploración. Desde aquel día, las montañas se convirtieron en un símbolo de alegría para todos los habitantes del valle, quienes también empezaron a visitar el jardín mágico, aprendiendo en cada paso y disfrutando del amor por el conocimiento.

Y colorín colorado, esta historia ha terminado, pero la aventura apenas comenzaba para nuestros amigos.

FIN.

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